“Muchos supervivientes de Durango han callado para no recordar todo el dolor sufrido”

El taller de radio de Durango Irratia dio ayer el protagonismo a supervivientes del bombardeo sufrido por la villa en 1937, dentro del programa de conmemoración del 77 aniversario de esa fatídica jornada. El alumnado de cuarto de la ESO del colegio Nevers pudo entrevistar a Javier Gorosarri y Juanito Gallastegi, testigos del ataque de la aviación fascista cuando eran niños.

Gorosarri se mostró encantado de poder conversar con la juventud de su pueblo natal y aprovechó la ocasión para mostrarles sus pinturas y grabados, a la vez que les contaba numerosas anécdotas. Fue testigo del ataque aéreo con solo 7 años y se libró del segundo bombardeo “gracias a que estaba convaleciente en el hospital de Durango, después de que una bala perdida me alcanzara mientras nos dirigíamos a Izurtza”.
 
Unas experiencias que siguen frescas en su mente, a pesar de los años transcurridos, pero a las que ha sabido sobreponerse. “Tenemos que enfrentarnos a las dificultades con alegría para poder salir adelante, ese es otro mensaje que debemos transmitir a la juventud”, declara animadamente.

“Los gudaris iban a la batalla como si fuesen al matadero”

Más pequeño era Juanito Gallastegi, que apenas contaba con tres años en aquella época, pero que tiene las imágenes del bombardeo grabadas en la memoria. “Ese día permanece como los primeros recuerdos de mi vida, al igual que la visión de unos gudaris que se dirigían a la batalla de Intxorta como si fuesen al matadero”, recuerda.

Para Gallastegi, que acabaría siendo párroco de Elorrio, es muy importante sacar a la luz todos estos acontecimientos “después de muchos años en los que las familias mantenían silencio ya que no querían hablar de unos sucesos en los que habían sufrido tanto”. Unos hechos silenciados tanto para contener el dolor de los supervivientes, como por miedo a las represalias, en una sociedad en la que los vencedores habían oficializado su versión de la historia.
 
“Cuando me hice mayor fui a estudiar a Comillas con los jesuitas y en clases de historia el profesor nos leyó un libro en el que se culpaba a las tropas comunistas de incendiar Durango en su retirada”, relata Gallastegi. “Levanté la mano y dije que eso no había ocurrido así y me mandó callar. Al finalizar la clase, le expliqué lo que había vivido y conocido de otros testigos directos y logré convencerle hasta el punto de que suprimió esa lección”.