¿Qué preocupa a las viudas?

Las asociaciones de viudas vascas celebraron recientemente un cónclave en Elorrio. Allí expusieron sus problemas, entre los que destacó el de siempre: la escasa cuantía de las pensiones. Pero a los colectivos de la comarca más que este aspecto les preocupa la amenaza a su supervivencia que representa la falta de relevo generacional.

Esta parece ser la causa de que desapareciera hace poco tiempo la de Amorebieta, aunque la asociación de Elorrio, organizadora del reciente encuentro, tampoco sabe a ciencia cierta qué ocurrió.

La presidenta, Tere Mendizabal, acompañada de la tesorera de la asociación Angeles Aranzabal, y de María Begoña Cortazar y Carolina del Cano, son conscientes de ese problema y expresan un mismo temor. “Amorebieta y Ermua han desaparecido, la gente lo va dejando, no quiere trabajar en esto, y las jóvenes no aparecen”.

Envejecimiento

Parece ser el sino de todas. El esquema se repite miméticamente en Durango. La presidenta Mari Areitio está obligada a serlo con ochenta y largos años porque nadie se anima a tomarle el relevo. Afortunadamente, cuenta con la ayuda de Conchi Legarra, que se ocupa de todas las gestiones administrativas. A pesar de su edad conserva un envidiable buen humor y se acerca a la sede todas las tardes. Allí se reúne con sus amigas de muchos años a jugar a cartas y a charlar. Lamenta que les acompañen muchas, salvo cuando tienen alguna celebración o excursión.

Estas actividades recreativas son la ocupación más común de todas las asociaciones de viudas, que dejan la parte más reivindicativa en manos de las asociaciones de ámbito autonómico o estatal. La presidente de Elorrio, Tere, acude a todas las asambleas generales y mantiene a sus asociadas al tanto de las novedades.

Pensiones de 300 euros

Al reciente encuentro vasco de Elorrio acudieron todas ellas en calidad de organizadoras. Allí afloró como tema destacado el de las pensiones de viudedad. “Hay viudas que cobran 300 y 400 euros, y la media está en torno a los 600 euros”, informa Tere. Otra de las cuestiones que más les preocupa es que sea un hombre el que las representa en las reuniones del Pacto de Toledo, donde se trata el futuro del sistema público de pensiones. “Estamos pidiendo que sea una mujer porque nuestros problemas no son los de ellos”, reivindica Carolina. Ellas, al enviduar, cobran el 52% de la pensión de su marido y ellos la cuantía íntegra. La diferencia es notoria.

Siendo estas cuestiones importantes y la lucha colectiva imprescindible para dar cauce a cualquier demanda social, a esta periodista le interesa conocer en qué medida el factor económico condiciona la existencia a las viudas de la comarca. Por lo que transmiten, no parecen agobiarse demasiado por cuestiones de dinero y aseguran que no conocen casos preocupantes entre su colectivo. Debe ser, como puntualizan, porque se han acostumbrado a una economía de guerra y porque en los pueblos siempre es más sencillo asegurarse la alimentación a base de los productos del baserri.

Pan y huevos para ajustar las economías

Tere, por ejemplo, cuyo marido falleció hace 30 años, tenía caserío y vendió pan y huevos para completar sus ingresos. En el caso de Begoña, lo tenían sus padres. No obstante, ella trabajó el tiempo suficiente por cuenta ajena y cobra su propia pensión, además de la de viudedad. Lo que más le duele, sin embargo, es que le recortaran su asignación cuando empezó a cobrar esta última. “¿Por qué si era por lo que yo había cotizado? Asegura que no le hubiera importado que le hubieran reducido la de viudedad para ajustarle el importe, “pero la mía es la mía”, sostiene con el orgullo de quien ha sido previsora a la hora de sembrar para el futuro.

Angeles lamenta no haber podido cobrar por “3 ó 4 meses” el Sovi, que garantiza una pensión a las mujeres que cotizaron cinco años durante el franquismo. Esas que dejaban sus empleos para dedicarse al hogar. Como hicieron la mayoría de las asociadas de Elorrio y casi todas las mujeres de sus edades.

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