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Relojes made in Durango

Relojes made in Durango

Durango fue un centro histórico de producción de relojes hace un par de siglos. Aquí se fabricaron muchos de los que presidieron las torres de las iglesias de la comarca. El durangarra Erik Arévalo ha indagado en su historia partiendo de un trabajo sobre el control del tiempo que realizó para una asignatura de la carrera de Historia. Y lo que fue inicialmente una sencilla tarea general en equipo, él la amplió más tarde a una investigación más profunda y exhaustiva centrada en Durangaldea.

Según explica, el trabajo se ha dividido en tres partes: la primera, bibliográfica, sobre la historia de los relojes y el control del tiempo; la segunda, de investigación en el archivo municipal de Durango sobre máquinas y artesanos locales, y la tercera de campo en todas las iglesias de la comarca, para conocer el estado de los relojes que se conservan de mejor o peor manera.

Relojes de campanario

El interés del investigador se ha centrado en los relojes mecánicos de campanario. Este tipo de dispositivos  surgieron hacia 1300. Hasta el siglo XVIII convivieron con los relojes de sol, que eran más precisos. El invento supuso muchas ventajas pero también importantes inconvenientes. “En Europa, el reloj redujo los productos del trabajo a valor-trabajo, es decir, al tiempo invertido en su fabricación. Este cambio asoló el mundo de los gremios y trajo consigo la revolución industrial, la esclavitud de una jornada sacudida por timbres, sirenas y campanas”, destaca Erik Areválo.

Los relojes mecánicos se componen de maquinarias de hierro cuya fuerza motriz es la gravedad de las pesas, que van tirando de una cuerda enrollada a un tambor giratorio. Pervivieron hasta avanzado el siglo XX, cuando fueron progresivamente sustituidos por elementos electromecánicos y, ya a partir de los años 80, por relojes electrónicos controlados por satélite.

Saga de artesanos

Los siglos XV y XVI contemplaron un auge de artesanos relojeros. Hacia 1500, maestros venidos de Europa se asentaron en la península. Viajaban de ciudad en ciudad construyendo, instalando y reparando las máquinas.
En Bizkaia estos artesanos son conocidos desde el siglo XVI. En el archivo de Durango constan relojes de esa época. Y también los nombres de las personas encargadas de mantenerlos en perfecto funcionamiento.  El Ayuntamiento se ocupaba de designar a un “encargado de los relojes públicos de la villa” y renovaba su contrato cada año. Este especialista cobraba un sueldo por el mantenimiento y el cuidado del reloj, más un extra si tenía que arreglar o renovar alguna pieza.

Durante los siglos XVIII y XIX, la villa fue un importante núcleo de relojeros, que trabajaron en toda la comarca. La saga más famosa fue la de los Prada-Iparraguirre, inicialmente dos familias independientes que acabaron uniéndose por lazos matrimoniales. La última mención a estos profesionales en el archivo municipal es de 1969 y se refiere a los últimos relojeros públicos, pertenecientes a la familia Mancisidor. Cerca de su actual establecimiento de Santa María, frente a la juguetería Urtxintxa, se exhibe cobijado por una urna el último reloj mecánico de campanario, que funcionó hasta 1989.

Durante su larga existencia, los relojes de las torres fueron objeto de muchas vicisitudes. Arévalo relata una anécdota relacionada con las guerras carlistas y el incendio de la torre de Santa Ana, que acabó con su reloj. En el año 1822 Mateo Eustaquio de Iparraguirre y su tío Juan Antonio construyen un nuevo dispositivo, que funcionó hasta 1980.

Arrinconados en las torres

Actualmente muchos de esos relojes antiguos permanecen arrinconados. Como colofón a su trabajo, el joven historiador durangués lamenta esta pérdida del “patrimonio de nuestros pueblos”. Cree que no costaría mucho conservarlos. “Si están abandonados en la torre y llenos de polvo, como ocurre con la mayoría, simplemente habría que  bajarlos, limpiarlos y cuidarlos. No es mucho pedir tenerlos como el de Arrazola, que está en una esquina dentro de la iglesia, bien puesto, como un elemento más. Mucho más complicado resultaría ponerlos otra vez en marcha, porque haría falta un desembolso económico elevado”.
 
La Diputación editó en los años ochenta un libro sobre la relojería pública en Bizkaia. Es un catálogo de todos los relojes públicos del territorio. De los 16 relojes mecánicos clasificados en Durangaldea, 7 ya no existen. Y el resto han encontrado diferentes destinos, aunque la mayoría permanecen arrinconados y recubiertos de polvo.

Recientemente se celebró en Durango una charla sobre este estudio. Arévalo comentó que el reloj mecánico más antiguo de Bizkaia se encuentra en la torre de la iglesia de Ermua, abandonado también. Data de 1772. Una persona de esa localidad que estuvo presente se comprometió a recuperarlo. “Algo positivo” que anotar a las conclusiones del estudio, según el autor.

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