“Está siendo un año especial que me da mucha energía”

Tiene 28 años. Vive entre Madrid y Amorebieta. Lara Izagirre se ha convertido en una de las jóvenes directoras revelación de 2013 gracias a ‘Next Stop: Greenland’, y ‘Sormenaren bide ezkutuak’. El primero, que ha recibido ya siete premios en prestigiosos festivales internacionales, es un documental de media hora de duración que muestra el lado más humano de un grupo de reconocidos deportistas (entre ellos el fallecido Alvaro Bultó) en la aventura extrema que supuso escalar y saltar la emblemática montaña groenlandesa de Ulamertorsuaq.

El segundo título es un corto en el que el cocinero Eneko Atxa y la propia Izagirre unen sus ideas y sus proyectos creativos en un viaje al mundo desconocido de la alta cocina y del cine más cercano.

-En un medio de comunicación leí: “Una joven cineasta de Amorebieta arrasa en medio mundo con un documental de aventura”. Ha recibido excelentes críticas y ha sido seleccionado para más de treinta festivales. ¿Empiezas a ser consciente de que está arrasando de verdad?
-Tanto como arrasar no diría (risas), pero mejor no nos puede ir. Si te digo la verdad, mi principal preocupación al hacerlo era terminarlo y ya está. Era mi primer documental como tal y me quedé contenta con el resultado, pero jamás imaginé que iba a ser seleccionado para ser proyectado en más de treinta festivales

-Hace pocos días llegó el séptimo galardón. Y nada menos que del Festival Internacional de Cine y Televisión Deportivo de Milán.
-Lo de Milán ha sido muy bonito porque hemos recibido una mención honorífica que nos ha hecho mucha ilusión, teniendo en cuenta que hemos competido con los ganadores de otros festivales del mundo.

“Ni siquiera soy deportista”

-Te animaste a rodar ‘Next Stop: Greenland’ por Alex Txikon. ¿Cómo te convenció?
-Conocía a Alex de antes y cada vez que iba a participar en una de sus aventuras extremas me decía a ver si iba con ellos a grabar una película. Me lo comentó cuando fue a Pakistán, pero no me pareció muy adecuado porque ni siquiera soy deportista. Pero cuando me habló de Groenlandia me pareció más accesible y me animé. Además, que fuera a ser una expedición de escaladores y saltadores BASE me pareció muy interesante.

-Podríamos decir entonces que te embaucó su insistencia.
-Jeje, pues de alguna forma sí. Era una oportunidad que podía cogerla o no, pero que tampoco sabía si la iba a volver a tener más adelante. Como te he comentado antes, nunca había rodado documentales y eso también me generaba dudas, pero al final pensé que, saliera lo que saliera, al menos tendría una cinta rodada en Groenlandia para mí y mis amigos.

-“Volar. Escalar paredes imposibles. Viajar. Ver el mundo desde nuevas perspectivas. Descubrir rincones inexplorados. Reír. Llorar. Disfrutar. Jugar con los límites del ser humano y vivir. Vivir como si la vida acabara mañana. Vivir con la posibilidad de que pueda acabar hoy”. Son palabras que utilizaste al presentar el documental que sugieren muchos sentimientos.
-Es que la experiencia fue impresionante desde el minuto uno tanto para Jon Goitia, el cámara que vino conmigo, como para mí misma. Un grupo de deportistas increíble en un sitio increíble.

Palabras premonitorias

-Palabras que, tristemente, también resultaron premonitorias teniendo en cuenta que uno de los protagonistas del documental, Alvaro Bultó, falleció en verano cuando practicaba ‘wingfly’ en Los Alpes.
-Sí, murió al año del salto de Groenlandia. No hay mucho que decir. Me da una pena muy grande porque él fue uno de los que más nos ayudó durante el rodaje, pero la vida es así y al menos murió haciendo lo que quería. 51 años vividos al límite pero también al máximo.

-¿Qué fue lo más difícil del documental? ¿Quizá seleccionar 29 minutos de metraje entre más de diez horas de grabación?
-Fue complicadísimo. Muy duro. Estuvimos cuatro meses editando en un proceso que fue como un viaje: empezamos bien, luego fatal, cambiamos a otro camino que nos parecía mejor… Al final nos dimos cuenta de que la idea con la que comenzamos no funcionaba y optamos por hacer algo más corto.

-Ahora has dado el salto a la alta cocina. En septiembre estrenaste ‘Sormenaren bide ezkutuak’ en el Zinemaldia dentro de la sección ‘Cine y Gastronomía’. ¿Cómo emulsionan los fogones y las cámaras?
-Emulsionan muy bien (risas). Es otra aventura completamente diferente pero ha sido un placer trabajar con Eneko (Atxa) y su equipo. Me ha permitido descubrir un mundo que no conocía y, al mismo tiempo, unir cine y cocina porque a través de este trabajo también se puede ver cómo se hacen los cortos y cómo trabajo yo con mi equipo. En el caso de Eneko, nos centramos en la creación de un postre que ahora lleva ya meses en el menú. Cómo surge la idea y plasmar el proceso hasta que se consigue el resultado deseado. ¡Son unos artistas los cocineros!

-Si fueras jurado, ¿a qué películas o directores/as le darías la distinción tres estrellas?
-De las últimas se las daría a ‘La vida de Adèle’, porque no he visto nada mejor, y a Oskar Alegria por ‘Emak Bakia’ porque es tan bonita, tan especial y original…

“Hay que saber hacer de todo”

-Parece que 2013 está siendo tu año, pero llevas un tiempo ya peleando con tu propia productora, Gariza Produkzioak, y dirigiendo y haciendo guiones para tus propios cortos.
-En 2009 empecé por libre y desde 2011 tengo la productora. Lo difícil suele ser empezar, hacer el primer trabajo y que, además, a la gente le guste. Y hasta este año no ha sido posible. Por eso está siendo un año especial que me está dando mucha energía para buscar con ilusión otros proyectos.

-¿Se pueden desvelar ya?
-Estoy con dos proyectos que todavía están en mi mente, estoy aún planeándolos, pero espero que lleguen. Uno de ellos es un largometraje de ficción para dentro de tres o cuatro años. No son buenas épocas, así que hay que seguir adelante como se puede.

-Estudiaste Comunicación Audiovisual en la UPV y después, Dirección de Cine en Nueva York. También trabajaste como proyeccionista en el Zornotza Aretoa.
-Sí, estuve dos o tres años de proyeccionista en el ‘areto’ mientras estudiaba la carrera. Montando las películas en celuloide, cortando y pegando, ahora son ya digitales. Era un trabajo muy artesano y para que no fallara nada, solía verme todas las sesiones programadas. Una y otra vez, no me importaba, porque ya me gustaba mucho el cine. Hoy en día todo se hace con ordenadores, si falla algo a quien tienes que llamar es al informático.

-Y te fuiste a Estados Unidos.
-Sí, empecé con cosas muy pequeñitas: llevando cajas, de asistente de cámara, de producción… pero aprendí un montón. Hay que saber hacer de todo. Luego estuve en una productora de cine independiente y ya ahí empecé a hacer cosas que me gustaban más.