Carencias democráticas

La gran fiesta de la democracia, el desfile ininterrumpido de todo un día de los ciudadanos a ejercer su derecho y su aspiración a ser tenidos en cuenta en los tejemanejes de la política de estado, de comunidad autónoma, de su territorio histórico, de su municipio, ha marcado el domingo pasado un espectáculo de madurez política, sensatez y respeto.

La fiesta democrática llevaba en sí misma, como contrapunto o réplica, las concentraciones convocadas por el Movimiento 15-M que reclama una democracia real y denuncia las carencias de esta democracia que disfrutamos y padecemos. Desde la Puerta del Sol madrileña, o la plaza de Cataluña barcelonesa, hasta la bilbaína plaza del Arriaga.

Aún no se han acallado las denuncias de la calle que siguen reclamando Democracia real, trabajo para 5 millones de parados, freno para los abusos de los mercados, etcetera etcetera. Será difícil acallarlos, y uno desearía que los triunfadores de esta batalla electoral den desde ya una respuesta clara y positiva a todas esas reivindicaciones que reclaman los que siguen aparcados en tantas plazas del Estado.

Desde aquí, nos atrevemos a apuntar una carencia más, la escasísima participación de los inmigrantes en las votaciones del domingo. Ellos están afectados seriamente por la situación e conómica y política del estado, la comunidad autónoma, el municipio… pero apenas tienen posibilidad de participar en las votaciones.

De los más de 100.000 inmigrantes residentes en Euskadi, si contamos los ciudadanos comunitarios, y los procedentes de países que tienen derecho a votar en las elecciones municipales y autonómicas, podrían haber votado  esta vez 21.860  extranjeros, y a todos ellos se les informó de este particular. Pero de esos 21.860 posibles electores, solamente 3.255  se inscribieron en el censo electoral, requisito indispensable para poder votar.

El acceso al voto exige a los inmigrantes superar dos obstáculos: el primero, ser ciudadanos de la Unión Europea o de los países que tienen firmado con el Estado español un convenio de reciprocidad con respecto al derecho al voto, que son Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Islandia, Noruega, Nueva Zelanda, Paraguay, Perú o Cabo Verde. Los originarios de otros países, al no haberse firmado un convenio de reciprocidad por el que se les reconoce el derecho al voto, quedan excluídos. Un segundo obstáculo es que los interesados se tomen la molestia de acudir al censo electoral a pedir que se les inscriba como  electores y elegibles.

Concretamente, en Euskadi han tenido opción a votar los ciudadanos europeos, entre ellos, figuran como los colectivos más numerosos, los rumanos, bolivianos, colombianos, ecuatorianos o paraguayos… Pero de los inmigrantes del continente africano, únicamente se reconoce el derecho al voto a los de nacionalidad caboverdiana.

Lo que veníamos diciendo: hermoso desfile el de los ciudadanos acudiendo a los colegios electorales. Faltó quizá un detalle de color, un toque de democracia casi casi perfecta: algunos echamos de menos en este desfile a morenos del Africa subsahariana, o marroquíes. Tal vez para la próxima ocasión, los partidos políticos y las instituciones públicas harán un esfuerzo mayor para facilitarles el acceso a las urnas.

Honorio Cadarso es periodista