El día después

Para regocijo de los sesudos analistas, esta Euskal Herria, tan plural como acusadamente abertzale, ha delimitado, con su voto, un espacio político que posibilita un sinfín de alianzas, cada cual más inverosímil (al menos a priori), a partir de las que acceder al gobierno de las instituciones forales y locales.

Es por ello que hemos de presumir, cuando menos, interesante, seguir con atención los movimientos tácticos que los diversos grupos políticos sugieran durante los próximos días. Pero, eso sí, no creo que resulte tarea fácil tratar de adivinarlos, dada la multiplicidad de combinaciones que, a modo de aluvión, se nos presentan y sugieren.

Y es que algunos primeros espadas de la política “no se cortan” ni un pelo. A años luz de entonar el menor atisbo de autocrítica, pese al varapalo electoral sufrido, se permiten, con descaro, la licencia de exigir de otros partidos políticos ciertas declaraciones y algunos comportamientos, que, realmente, no vienen a cuento.

Y no vienen a cuento porque atentan, esencialmente, contra las reglas del juego democrático, contra la voluntad mayoritaria de los ciudadanos expresada a través de sus votos, emitidos, por vez primera en bastantes años, sin lastres ni cortapisas, sin la acechante lacra de la violencia, y sin la perversa supresión de opciones políticas.

No recuerdo que, hace casi treinta años, cuando el PSOE ganó sus primeras elecciones generales bajo la dirección de unos descarados jóvenes que lucían pelo largo, vestían chaquetas de pana y se anunciaban como adalides de la “izquierda”, nadie se rasgase las vestiduras y se echase las manos a la cabeza presumiendo su incapacidad para gobernar.  Pero, claro, si de una fuerza abertzale se trata, hay quien pretende que salten todas las alarmas y se impida, a toda costa, que recaiga sobre ella la responsabilidad de gobernar.

El deber ejercitar las potestades administrativas inherentes al gobierno de las instituciones, es lo que, en muchos casos, dota de madurez y solvencia a los partidos,  y lo que les reporta, en caso de hacerlo con acierto, un marchamo de eficacia que los acompaña, prácticamente, durante el resto de su andadura. Por otro lado, para hacerlo con acierto, es menester procurase buenos y leales compañeros de viaje, que los cantos de sirena, son eso, nada más, y conducen a la zozobra y el desastre. 

Por supuesto, es, también, necesario, y a estas alturas a nadie le cabe, ya, ponerlo en duda, (y si alguien lo hace, simplemente, que repase los resultados electorales), apostar con ambición y decisión por hacer política y sólo política, pero de la real, de la que permite satisfacer las necesidades de los gobernados, por encima de las demagogias efectistas y populistas. De la que hace que los intereses generales prevalezcan sobre los particulares, y, particularmente, sobre los de los partidos políticos.

 Si así puede ser, que lo es, porque no es mucho pedir.

Jon Andoni Bengoetxea es abogado y presidente de la Cultural de Durango