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Voluntariado Belle Epoque

Hoy, las aerolíneas llevan a jóvenes vascos hasta los últimos rincones del Tercer Mundo en misiones pedagógicas, asistenciales, sanitarias. Bueno será recordar otros tiempos de voluntariado por ferrocarril, en un radio mucho más restringido y familiar que el de hoy. Tiempos en que Euskadi, más concretamente Vizcaya, abierta ya a la revolución industrial con sus riquezas mineras y sus Altos Hornos, estaba rodeada de provincias de economía y métodos de trabajo medievales y artesanales, casi exclusivamente rurales. La Rioja, Burgos, Cantabria, se beneficiaron de la pujanza del movimiento obrero vizcaíno, donde los sindicatos de signo socialista o anarquista tuvieron gran fuerza, sobre todo a partir de la Guerra europea de 1914.
 
Una Enciclopedia histórica del anarquismo editada por la CNT de Vitoria  recoge nombres de anarquistas de los años 1900-1950, con una reseña de lo que ocurrió con ellos durante la guerra de 1936-1939 y posterior dictadura franquista. Entre ellos figura Longinos San José Expósito,”militante de CNT afecto a la industria ferroviaria. A comienzos de 1916, desde Sestao, remite donativo a Tierra y Libertad (publicación periódica anarquista). Colabora con CNT del Norte (1936). Quedó en poder del fascismo con la caída del Norte en 1937″.

La figura de este luchador anarquista es recordada con trazos mucho más precisos en Fuenmayor, un pueblo de la Rioja Alta. Longinos San José Expósito nació en  Sestao, y allí vivió toda su vida. Se afilió a la CNT, también para toda su vida, y ejerció toda su vida de propagandista, dinamizador, formador de grupos sindicales.

Longinos San José, firme creyente de la fe anarquista, devoto de Bakunin y Proudhon, era un vegetariano rigurosísimo y estudió y aplicó remedios de medicina tradicional y natural tanto en sí mismo como en las personas que acudían a él. Creía que el hombre se libera y se dignifica adquiriendo y cultivando el mayor grado y número de conocimientos técnicos, filosóficos, morales y relacónándose con sus semejantes en términos de la más exquista cortesía, naturalidad y amabilidad.

Equipado con todas estas herramientas espirituales, Longinos pasaba sus vacaciones en una comarca y especialmente en un pueblo de la Rioja. Allí se hospedaba en casa de un amigo, al que curó con remedios naturales de una enfermedad que los médicos habían calificado de incurable y mortal a breve plazo. El curó al enfermo desahuciado con sus recetas, allá por 1920.
 
Las vacaciones y los fines de semana de Longinos no eran vacaciones al uso de hoy en día, de largas siestas, sesiones de solarium y vermut al mediodía. Acompañaba a sus amigos del pueblo en las labores de la siega, la trilla o la vendimia, como uno más de la familia. Y al atardecer asistía a reuniones sindicales, charlas culturales y demás actividades, que dabana vida y pujanza a la CNT de la comarca de la Rioja en la que él se movía.

Aquella comarca tomó parte activa en la Revolución de 1933-34, también llamada Revolución de Asturias, y en varios pueblos de la Rioja se proclamó el comunismo libertario, siquiera fuese por unas horas, porque aquella revolución fue flor de un día, a excepción de Asturias, donde la resistencia de los mineros obligó a la intervención del ejército.

Luego, en 1936, vino el golpe militar también llamado Guerra civil española, y en la Rioja las fuerzas de ocupación enviadas por el General Mola desde Navarra ejecutaron a casi dos mil personas de significación izquierdista, entre ellas al que Longinos había curado de una enfermedad incurable.

Por los años 1940, encontramos a Longinos San José preso en un campo de concentración instalado en Miranda de Ebro, donde se le encomendó ocuparse de la intendencia del campo. Entre los presos compañeros de infortunio se encontraban muchos judíos que huían de la persecución nazi en Alemania y en la Francia ocupada; cuentan que el Papa Pío XII, mediante los oficios del obispo de Calahorra Fidel García, consiguió que muchos de estos judíos saliesen de aquel campo de concentración con un billete de barco en el bolsillo y embarcasen con ruta hacia América y hacia una nueva vida.

Longinos San José murió en 1974 en su pueblo, víctima de una inyección o un tratamiento de medicina moderna, que su organismo hecho de vegetales, frutas, verduras y raíces, no fue capaz de soportar.
 
Así recuerdan  a Longinos San José Expósito en el pueblo de la Rioja donde pasaba sus vacaciones y algunos fines de semana. Un hombre bueno, un maestro, un “mesías” laico. Recuerdan sus impaciencias de revolucionario defensor de los derechos de los pobres y explotados: “Hay tanto que hacer” decía con frecuencia, “que no hay nada que hacer”. O bien sus recetas médicas como aquella: “Una manzana al día aleja al médico de tu casa”. O cómo imitaba el acento y la forma de hablar de los presos judíos del campo de Miranda de Ebro, y las semejanzas de su lenguaje con el de los pasiegos cántabros, de origen judío reconocido universalmente.

  

Honorio Cadarso es periodista

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