Reajuste de la izquierda

Las elecciones del 22-M y la irrupción de Bildu en el mapa político de Euskadi han provocado un “tsunami” en la política vasca. El personal no acaba de encajar el golpe que supone este cambio radical. La ilegalización de la izquierda abertzale dejaba un espacio político y unos cientos de miles de votos que hasta ahora intentaban aprovechar otros grupos nacionalistas o de izquierda. Al volver esos votos a su legítimo dueño, al recuperar su espacio propio, Bildu ha forzado un nuevo equilibrio entre las fuerzas políticas y un nuevo reparto de escaños y de responsabilidades.

Se ha roto en pedazos Ezker Batua; una rama ha entrado a formar parte de Bildu, el resto se ha enredado en una guerra “incivil” entre dos facciones bajo el liderazgo, según dicen, de dos paladines enfrentados, Mikel Arana y Javier Madrazo. En realidad, uno piensa que no se lo debían haber tomado tan a la tremenda, que la entrada en juego de Bildu iba a limitar de manera importante las posibilidades de Ezker Batua. Lo mejor habría sido aceptar de antemano una pérdida importante de escaños y de peso político, y encarar con un mínimo de sentido común y de unidad la nueva situación que se veía venir.

Los otros grupos que han visto reducidas sus oportunidades con la irrupción de Bildu, llámense PNV, PSE o PP, se han conjurado, según dicen, en una campaña sistemática para cerrar el paso a Bildu en su acceso a los órganos de poder, y sembrar a voleo dudas y sospechas sobre la credibilidad democrática que la justicia ha otorgado a la izquierda abertzale.

En el lenguaje corriente de muchos representantes de estos grupos políticos, no hay presunción de inocencia para Bildu. Bildu no ofrece suficientes garantías de juego democrático, sino todo lo contrario.

Lo cierto es que, a pesar de todos los pesares, los tribunales y las urnas han dado a Bildu la credibilidad y el derecho más que suficiente para acceder a puestos de responsabilidad. Y que quizá deberíamos felicitarnos de que un sector muy numeroso de los votantes vascos puedan escoger a sus representantes con toda libertad y no se vean forzados a abstenerse o a votar a personas que no son de su agrado. 

A pesar de ello, se ha discutido la legitimidad de que se reconozca a Donostia como capital europea de la cultura, se han trenzado todo tipo de alianzas entre PSE, PP y PNV, para impedir el acceso de Bildu a alcaldías y otros puestos de responsabilidad.

¿No sería más razonable, más democrático, respetar y aceptar las reglas de juego de la democracia, y hacer gala de generosidad y de caballerosidad los unos con los otros?

Uno piensa en la soberana elegancia del juego tan vasco de la pelota, en la exquisita caballerosidad y compañerismo con que  ganadores y perdedores se funden en apretones de manos y abrazos al terminar el partido. En política, como en el deporte, el arte supremo es el de saber perder y saber ganar. No hay que lamentarse, no hay que echar la culpa al compañero de pareja ni al juez que me quiere mal, es hora de felicitar al ganador, y reflexionar en lo que uno tiene que mejorar. No hay que humillar al perdedor si uno ha ganado, es hora de ofrecerle tu mejor amistad, de fundirse en un abrazo con el compañero.

Pero a veces uno tiene la impresión de que esta manera de ser tan vasca, tan enraizada en nuestra entraña más honda, ya no cuenta en el terreno de lo político.

Honorio Cadarso es periodista