Agosto

Ha vuelto, puntual a su cita, esa sensación de que el 31 de julio de cada año el mundo parará, que dejará de girar durante, más o menos, cuatro semanas. Por eso, los días inmediatamente anteriores a tan señalada fecha, se convierten en una mezcla de aceleración colectiva, de ansia por atar cabos, por dejar todos los asuntos importantes terminados, como si septiembre no fuera a volver, y de una necesidad acuciante de relax que nos espera a la vuelta de la esquina.

No deja de ser extraño, paradójico, que muchas instalaciones fabriles cierren a cal y canto, y que, en calles semivacías, los pequeños locales de negocio, en masa, cuelguen carteles que anuncien su cese de actividad por vacaciones, de modo que cueste, por momentos, llegar a cubrir algunas necesidades (o caprichos) casi básicos.

Supongo que, como yo, se habrán preguntado alguna vez si el hecho de que disfrutemos nuestro gran descanso anual todos juntos, en masa, se traduce en más inconvenientes que ventajas. Ya sé que casi nunca tenemos oportunidad de elegir las fechas concretas de nuestros periodos de descanso estival, puesto que éstos vienen impuestos por unos usos y costumbres que cuesta modificar, y que no podemos sino asumir que el mes de agosto es, prácticamente, inhábil para todo, y, por ello, lo mejor es aprovechar y tomarse un merecido respiro.

Pero, si optamos por desplazarnos a otros lugares de descanso y ocio, nos encontraremos, a buen seguro, con destinos atestados de turistas ávidos, especialmente de sol y playa, que han hecho de una descarada subida de precios estacional su modo de vida, aliñando un cóctel capaz de privar de su inherente encanto al lugar más hermoso de la tierra.

Si, por el contrario, no tenemos la oportunidad de viajar, siempre queda vagabundear, con pausa y sin prisa, disfrutando de un ritmo más sosegado de vida, y esforzarnos por hallar un rato de agradable conversación en algún establecimiento que se encuentre abierto. Nos quedará además, la posibilidad de disfrutar esa concatenación de fiestas y festejos menores, y de Semanas Grandes que se concentra, ¡cómo no!, en el mes de agosto.

Envidio, por ello, y siempre que puedo procuro imitarlos, a quienes son capaces de organizar sus viajes y periodos de asueto, al margen de la dictadura que supone el que en agosto toca estar de vacaciones. Y no debo ser sólo yo, porque cada vez es más frecuente escuchar comentarios de personas que manifiestan ???guardar??? algunos de días de sus vacaciones para meses que no sean agosto, y toparse con gente que, para variar, está trabajado, pero sólo unos días, el periodo en cuestión.

Pero qué quieren que les diga, pese a todo, también esta columna cierra por vacaciones en agosto.

Jon Andoni Bengoetxea es abogado y presidente de la Cultural de Durango