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Mañariko Udala
FP Zornotza
Maristak Durango
Amorebieta-Etxanoko Udala

Niños de 1936

El sábado, 18 de mayo, Amorebieta conmemoró el aniversario de la entrada en Amorebieta-Etxano de las tropas del General Mola, a sangre y fuego. Unos días antes, aitites y amamas rondando los ochenta años recordaban en el Hogar del Jubilado su infancia y la guerra que les tocó vivir. Eran media docena, reunidos en un hogar del jubilado,  en torno a una mesa de jugar a la baraja, pero esta vez para contar sus recuerdos y vivencias de la guerra civil de 1936, tal como ellos la vivieron y padecieron.

La señora XX era niña en un caserío de Amorebieta que estuvo mucho tiempo entre el fuego de ambos bandos. El padre había habilitado un refugio tapado con ramas de pino para protegerse de bombardeos y del fuego cruzado entre los de Peña Lemona y los de Muruzorrotze. Hasta que tuvieron que escapar a Zamudio en un carro de bueyes, y luego, cuando el frente se acercaba a Bilbao, volvieron a emigrar hasta Barakaldo.

Terminada la guerra en Euskadi, volvieron a su caserío, acribillado a balazos, agujereado por los obuses, desprovisto de todo. “Era julio”, mi padre soñaba con recoger el trigo que tenía sembrado. Pero lo habían pisoteado los soldados, no pudimos recoger nada”.

Dos recuerdos gravados a sangre y fuego traumatizan todavía a esta niña hoy amama: “Cada vez que veo el sol y el crepúsculo rojizo al caer el día, recuerdo el bombardeo de Guernika, y el fuego que enrojecía el cielo aquel día”. Y este otro: “No había nada para comer, me mandaron al molino con el burro a moler. Se me cayó la carga, no sé de dónde saqué fuerzas para volver a cargar. Al llegar al molino, lo habían precintado. Volví a casa llorando”.

La señora XX habla con acento argentino. “En Zumaya solo aprendí euskera, luego fui refugiada en Francia, aprendí francés, en 1939 tuvimos que huir de los nazis que ocupaban Francia a Argentina, así que aprendí el español con acento argentino…”

Ella también recuerda los bombardeos: “Nos refugiábamos en el Hotel Amaia de Zumaia. Mi padre se salvó de ser fusilado porque un hermano le avisó de que le buscaban para matarlo, se escondió, y pasó a Francia. En Buenos Aires nos llevaron a una manifestación de homenaje al General San Martín, y de repente aparecieron unos aviones que nos bombardearon, era un golpe de estado contra Perón. Aquel día me acordé del bombardeo de Gernika”.

El señor contempló desde Rigoitia el bombardeo de Gernika, y lleva encima el trauma de aquel recuerdo. Su familia abandonó el caserío y se fue un tiempo a Mungia. Cuando volvieron, militares extranjeros habían dejado la casa plagada de piojos y de insectos, sucia e inhabitable. Su padre hizo la guerra de chófer de ambulancia. “Pero no pasamos hambre”…

En 1938, el niño  XX dejó los trigales de Burgos por el barrio bilbaíno de Zorroza: hambre, estraperlo, realquilados amontonados en viviendas pequeñas en continuas peleas, miseria, chinches y piojos…Todo el cortejo de aquella posguerra en que no había nada y se comerciaba con lo poco que había…”  Y el imperativo canto del “Cara al Sol, con la camisa nueva” en los colegios…

La señora XX vivió la guerra en Madrid, bajo el imperio del hambre y el estraperlo, de gastroenteritis crónicas y frecuentes por comer porquerías, que no había otra cosa mejor para comer, y soñando sueños bonitos con comidas a base de boniatos.

Desde la Rioja, con los frentes lejos, el niño xx, de Labraza, lamentaba que los rencores y malos quereres entre vecinos habían acabado en  denuncias de hermanos contra hermanos o vecinos contra vecinos, y en asesinatos impunes. En Labraza había un acuartelamiento de italianos, que caban a los niños chocolate y otros alimentos imposibles de conseguir en el mercado… “Les hacíamos muchas visitas, nos trabatan muy bien” comentaba el niño hoy abuelo.

Es otra historia, o “intrahistoria” que diría un tal Unamuno, esta de las guerras vividas por los pobres, que siempre pagan los platos rotos, sea en la guerra, sea en la paz, sea con vacas gordas, o con vacas flacas, con bonanza económica o con crisis. Esa “intrahistoria” en la que a ellos no se les da opción de opinar, levantar la voz, tomar postura. Mucho más si se trata de pobres que, además, son niños.

Alguien tenía que arriesgarse a contar la guerra civil desde este ángulo de visión…

Honorio Cadarso es periodista

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