Monjas discrepantes

Ya no son solo religiosas
aisladas, como la catalana de
Manresa Teresa Forcades, esta vez
es un colectivo organizado de
más de 57.000 Religiosas
estadounidenses y de otros
países las que protagonizan
un enfrentamiento con la
Congregación vaticana del
Santo Oficio y se plantean la
posibilidad de negarse a obedecer
las órdenes de Roma; se
trata de la Conferencia de
liderazgo de mujeres religiosas,
extendida por todo el mundo.

La Congregación
vaticana para la Doctrina de la Fe,
antiguamente del Santo Oficio,
acusa a este colectivo de
“feminismo radical”, considera que
se centran con celo excesivo en las
causas relativas a la justicia social
y descuidan la defensa de los
principio de la iglesia relativos al
aborto y al matrimonio entre
personas del mismo sexo; por otra
parte, parece ser que este colectivo
de monjas está apoyando
la campaña de Obama para
facilitar a toda mujer americana la
píldora anticonceptiva
gratuitamente.

En consecuencia, la Santa Sede
ha designado al obispo americano
de Seattle para que lleve a cabo la
reforma de estas monjas y les
imponga el respeto a las consignas
de Roma. Pero las monjas en
cuestión reclaman
diálogo, y están
dispuestas a romper con la
disciplina que les impone la
Jerarquía
eclesiástica, eso sí,
manteniéndose dentro de
la Iglesia católica.

La rebeldía de las
monjas americanas se inscribe en
una lucha a nivel internacional en
torno al derecho de las mujeres a
abortar, el matrimonio homosexual
y las prácticas
anticonceptivas. En España,
los obispos reclaman al gobierno
una nueva ley del aborto mucho
más restrictiva, y el ministro
Gallardón anuncia cambios
en la misma dirección. En
Francia, la derecha, jaleada
también por los obispos
franceses, vocifera por las calles en
contra de la ley que da luz verde al
matrimonio entre personas del
mismo sexo.

Pero la lucha de las monjas
americanas se inscribe
también en otra lucha de
alcance planetario, se une al grito
de las mujeres indias que
denuncian a su gobierno como
cómplice en las violaciones
de mujeres que recientemente han
alcanzado hasta a una niña
de cinco años. A la de las
mujerees afganas que se prenden
fuego en las plazas para protestar
por la esclavitud a la que las
someten los hombres… a ese grito
ensordecedor de miles de millones
de mujeres que reclaman un
respeto a su dignidad de mujeres y
de personas, a su legítima
libertad.

Lo nuevo hoy es que la lucha
por los derechos de las mujeres
llega arrollador a los conventos, a
un colectivo como la Iglesia
católica en el que
prevalecía aquella norma
de San Pablo en una de sus cartas:
“Las mujeres, que guarden silencio
en la iglesia”. En la Iglesia
católica, a las monjas se las
ensalza verbalmente como hijas de
Dios, esposas de Cristo, hermanas
de la Madre de Dios.

Pero ellas quieren algo
más, quieren hechos,
quieren que se les reconozca la voz
y el voto en lo que afecta al
área de la asistencia social,
de la caridad, en la que ellas hacen
casi todo el trabajo. Un derecho a
voz y voto que, por lo que ellas
dicen, el Vaticano les niega.

Bienvenida sea la discrepancia
y el debate, y ojalá todo
termine en un acuerdo que respete
los derechos de todos.

Honorio Cadarso es periodista