Lo que necesitamos para vivir

Una de las principales causas de estrés en la sociedad en la que vivimos estriba en que unos pocos tienen mucho económicamente hablando, otros muchos tienen bastante, y la gran mayoría tienen muy poco o nada, considerando el mundo en su globalidad. Cuando se tiene mucho hay que invertir energías ingentes en defender las posesiones adquiridas y si se tiene poco se desgastan en conseguir unos mínimos de subsistencia. Quienes poseen bastante, disponen de tiempo suficiente como para ser conscientes del malestar que les produce soportar otras carencias. El caso es que en esa dimensión de la existencia sólo podemos ser felices a ratos.

Mucho. Poco. Son términos polisémicos. Para cada quién significan una cosa. Es el precio de vivir en la era del relativismo, con sus ventajas (casi cualquier opción es posible) y sus inconvenientes (tenemos tanto donde elegir que muchas veces no acertamos).

Este artículo me lo ha inspirado el papa Francisco que con sus gestos ha puesto en el centro del debate público la austeridad. Todos los medios de comunicación han destacado, además de su campechanía, su rechazo de ciertos privilegios y manifestaciones de boato asociadas a su cargo.

Pero ¿en qué consiste la verdadera austeridad cristiana, que va mucho más allá de lo que predica con sus ademanes el nuevo jefe de la iglesia católica? He encontrado un interesante texto que explica esta cuestión. Lo firma el solvente teólogo Luis González-Carvajal y pertenece al libro ???El clamor de los excluidos???.

Expone el autor que se ha de procurar, a base de compartir, que todo el mundo disponga de unos mínimos que le permitan vivir con dignidad. A continuación se pregunta: ???¿Qué nivel de vida puede permitirse un cristiano????

Tratando de responder a esa cuestión establece una distinción pedagógica entre los ???bienes necesarios para la vida??? y los ???bienes necesarios para la condición. Los primeros son aquéllos sin los cuales sería imposible subsistir: ???Agua, pan, vestidos y una casa para cobijarse??? (Sirácida 29,21) y todas las personas, dice, tenemos un ???derecho absoluto??? sobre ellos.

Entre los ???bienes necesarios para la condición??? figuran los que nos permiten vivir y actuar en sociedad, sea un coche, un piano, un ordenador, acudir a una comida de trabajo etc. Aquí el derecho ???ya no es absoluto y debemos estar dispuestos a moderar su posesión??? (siempre en beneficio de otras personas), precisa el teólogo. Los ???bienes superfluos??? son los que no entran en ninguna de estas dos categorías y ???de acuerdo con la tradición de la Iglesia pertenecen a los necesitados??? (es decir, hay que renunciar a ellos en provecho de quienes menos tienen).

González-Carvajal reconoce la dificultad de discernir qué bienes son ???necesarios para la condición??? y acota transcribiendo un documento episcopal: ???En los casos de duda, que serán muy frecuentes, entre tener y no tener, siempre será mejor y más seguro renunciar???. Pero no para acumular, pues destaca que ???la previsión de futuro debe estar muy limitada por la confianza en la providencia??? (en otras palabras, por la confianza en lo que nos brinde la vida día a día).

Estas pautas bien pudieran servir a todo el mundo en estos momentos en que el compartir se hace cada vez más necesario (cerca de 30.000 familias con menores pasan hambre en el Estado, según el Banco de Alimentos). Y es que las prescripciones morales son mucho más que meros mandatos sobre la conciencia. Tienen poderosos efectos sobre la psique y el bienestar. La solidaridad aporta serenidad, equilibrio, paz. Pocas cosas hay más saludables y gratificantes que dar. Además, es un hecho constatable que la generosidad siempre recorre un camino de ida y vuelta.

Mertxe Arratibel es periodista en andra.eus