Llorente

En los tiempos legendarios de los Pitxitxi, Venancio, Iriondo, Zarra, Panizo y Gainza, todavía no se habia inventado lo de la globalización, y los jugadores acababan sus días de gloria en el Athletic, tan felices, y no pasaban tristezas como algunos de ahora. Pero se acabó el romanticismo, y vino la globalización, primero a nivel peninsular, y los Goiko, Salinas, Zubizarreta, Alcorta, Karanka y otros más, se fueron a Barcelona y Madrid, y tampoco hubo tristezas exageradas.

Hoy, la globalización es a nivel planetario, y ex jugadores del Athletic juegan en clubes de Arabia Saudí y de varios países europeos. Ya los leones de San Mamés que pueden soñar, sueñan con jugar en clubs europeos de postín, y con sueldos y primas suculentas. Se ha creado un mercado mundial de futbolistas, con dos ferias anuales, una en verano y otra en invierno…

Y aquí entran en esta historia año dos “leones”,  Fernando Llorente y Javi Martínez, y con ellos un baile de millones de euros, que para Javi Martínez han terminado con su contratación por el Bayern Munich, y para Llorente han terminado con pitidos del respetable en la Catedral y exilio en el banquillo, tanto por parte del Athletic como por parte de la selección nacional. Y unas perspectivas para toda la temporada nada esperanzadoras. En este momento, la carrera deportiva del riojano parece como truncada…

Los hay que se han solidarizado de alguna manera con el ariete riojano, como Patxi Salinas o Andoni Goikoetxea. Los hay que van en dirección contraria, como algún político que se ha permitido opinar que la ambición de Llorente tiene algo de “obsceno”. 

Uno no acaba de entender por qué Llorente no ha podido satisfacer sus aspiraciones como ha podido hacerlo tantos jugadores del Athletic, como ha podido hacerlo Javi Martínez, por ejemplo. Nos guste o no nos guste, el mercado laboral del fútbol funciona con unos baremos de oferta y demanda equis. Las cifras son seguramente escandalosas, los jugadores alegan que su vida deportiva es corta, y tienen derecho a sacarle a su trabajo el máximo rendimiento. Pero vivimos en un sistema económico neoliberal, es lo que hay…

No parece muy elegante que hablen de obscenidades en los sueldos de los futbolistas los políticos, un colectivo al que buena parte de la opinión pública critica por los sueldazos que cobran, y que cuando dejan sus cargos, además de unas suculentas pensiones de jubilación, tienen no pocas oportunidades de acceder a poltronas bien remuneradas en consejos de administración de grandes empresas.

Dicen que un tal Gerardo Iglesias, secretario general del un partido a escala estatal, se volvió tranquilamente a su mina de Asturias de donde había salido. Y a veces se producen ejemplos parecidos. Pero no son la norma más frecuente…

Vivimos en un universo donde la mayoría de los ingresos de las personas rozan la obscenidad más obscena: millones de trabajadores en paro a los que se regatean los 400 euros mensuales de ayuda, muchos más millones de personas que pasan hambre, salario mínimo bajo mínimos para la mayoría de los trabajadores… ricos que amasan fortunas inimaginables a costa de la crisis de la mayoría, mientras aumenta el número de personas que acuden a los comedores de Caritas, y un tal sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda y diputado en Las Cortes de Madrid, una especie de Robin Hood en versión moderna, roba en supermercados para repartir a los que no tienen nada para comer en casa.

No procede acusar de obsceno el comportamiento de una persona que intenta sacarle rentabilidad a sus trabajo, si no se pone remedio a este desmadre general en la distribución de la riqueza. Nuestros gobernantes deberían afanarse más bien en regular mínimamente este mercado laboral que se ha vuelto loco.

De momento, solo nos queda desear que Fernando Llorente disfrute de la libertad que disfrutan otros trabajadores del fútbol para jugar donde mejor le cumpla, y desear al Athletic grandes éxitos deportivos. No hay que apurarse, si se va el de Rincón de Soto, saldrán otros que tomarán el relevo y hasta mejorarán el rendimiento del riojano.

Honorio Cadarso es periodista