Libertad 0-Barbarie 12

Ser, vivir, llorar, reír, amar,
concebir, jugar, competir, trabajar, consumir,
envejecer, morir… Todo ser humano
está llamado a tejerse y destejerse a
sí mismo, amanecer en la cuna y
anochecer en el polvo en un cementerio en
armonía con sus semejantes, si
encuentra en su camino un agujero de paz y no
violencia; pero si el azar lo sitúa en un
torbellino de violencia y “barbarie” como la
que ha cortado con la muerte en su ruta a
trabajadores de la revista de humor Charlie
Hebdo y de un supermercado de productos
judíos de París, esas vidas
terminan antes de tiempo en el fracaso y la
sangre.

Estos días el Occidente  y
algunos países amigos del Tercer
Mundo han montado todo un ceremonial de
protestas y homenajes a las veinte
víctimas de la “barbarie”. Gobiernos,
periodistas, ciudadanos de todas las
profesiones y clases sociales han guardado luto
por ellos, banderas de todo el mundo han
ondeado a media asta, y campanas de las
torres de los Cinco Continentes han hecho
música de luto.

La historia viene de muy lejos, desde
Caín y Abel. Occidente se rasga las
vestiduras por lo de Charlie Hebdo, hace de
sus lápices pacíficos fusiles en
contra de la “barbarie”. Occidente se viste de
Abel, y viste a sus supuestos enemigos de
Caín, se toca con el sombrero de la
Libertad todo reluciente de plumas
multicolores, y dibuja a los de la “barbarie”
con una quijada de asno y un taparrabos de
asesino, disparando su Kalasnikoff sobre un
policía inerme que pide clemencia
desde el suelo o sobre unos clientes de un
supermercado.

Occidente presume de tener las manos
limpias. Algunos de Occidente mataron a
millones en Vietnam, en el Africa colonial, en
Irak, en Gaza; otros especulan con el precio de
los alimentos básicos como el arroz o
el trigo, a sabiendas de que con esta
operación morirán de hambre
millones de seres humanos en el Tercer
Mundo. Otros como la empresa
farmacéutica Gilead y el ministerio de
sanidad de España regatean la medicina
Sovaldi a los enfermos de hepatitis c, los
preservativos o la medicina para combatir el
sida y el ébola.

Por estos lares de Occidente invocamos en
nuestra defensa los nombres sagrados de
Libertad, Igualdad, Fraternidad. (Libertad 0,
decimos), o Democracia, o Derechos
Humanos… Y con esos nombres en los
altavoces, Occidente sigue matando,
fabricando armas, bombardeando ciudades,
negando alimentos, llenando cárceles y
campos de concentración, vallando con
concertinas nuestras fronteras… Mientras
tanto, desde el otro lado, se sigue matando
rehenes, periodistas, poblaciones civiles, o se
sigue enterrando en montones de piedras a
mujeres acusadas de haberse entregado a un
hombre… todo en nombre de Alah, o con otros
nombres que dicen ser más sagrados
que la vida de un ser humano. Cuando no se
autoinmolan ellos mismos con la esperanza de
un paraíso más allá de
la muerte.

Mejor haríamos todos, los de
Occidente y los del otro lado, en invocar el
nombre de Cristo, de Alah, de la Libertad,
Igualdad y Fraternidad, o simplemente sin
invocar a nada ni a nadie más sagrado
que el ser humano, y al mismo tiempo destruir
todas las armas, abrir todas las
cárceles, poner al alcance de todos
medicinas, y alimentos, escuelas, y allanar
todos los caminos para que todas las vidas
humanas pudiesen desenvolverse y
desarrollarse y tejerse en paz, con esa paz con
la que se mueven en el cielo el sol, la luna y
las estrellas todos los días y todas las
noches.  

Honorio Cadarso es periodista