Haciendo equilibrios

Con los días tan cortos, un fin de semana lluvioso de otoño da bastante de sí para poder participar en foros y también leer opiniones, sobre todo, cuando en este medio informativo aparecen noticias de trascendencia ante cuestiones que atañen a la sensibilidad de las personas de manera especial.

He creído llegado el momento de abordar un tema tan espinoso como la violencia de género y las agresiones sexuales.

Indudablemente, mi punto de vista es masculino y habrá quien comulgue o no, aunque circunstancias personales me hacen encarar la cuestión con suma cautela, sin pretender que ninguna persona se sienta ofendida y con el deseo de que este texto sea una invitación a la reflexión.

Sobre los puntos negros en la localidad y el cartel anunciador de una feria en Durango he leído algunos comentarios que, a mi parecer, son un tanto desacertados, aclarando que no por ello la intención deje de ser buena.

Que “una de Andereak” comente que no busca ni la simpatía ni la comprensión de otra  persona, supuestamente de su mismo sexo, para que casi a renglón seguido escriba una letanía del catecismo de Emakunde sobre la violencia simbólica, no me parece la mejor manera de buscar aliadas y aliados por una causa justa y unos derechos elementales.

Opino que hay mucha bilis en lo escrito y lo ha hecho con las vísceras.

La plaga existe desde que comenzó la historia de la humanidad y es mucho más compleja de solucionar que la expansión del nazismo. Y pongo como ejemplo el nazismo, porque contra esta ideología fue necesario crear una alianza de muchos países para combatirla. No pudo resolverse con un grupo de singulares partisanos asaltando el bunker de Hitler.

Durante estas fechas también he leído sobre la lucha contra la impunidad en la República Democrática del Congo con 40.000 mujeres violadas, llevada a cabo por un hombre, médico cirujano y activista que afirma que se utiliza la violación como arma de guerra, afirmando que no se trata de una lucha por la conquista del poder, sino por la justicia y la libertad.

Eso nos corresponde a millones de personas con sentido común a las que hay que ganarse, de lo contrario ciertas asociaciones de mujeres feministas se convertirán en auténticas sectas.

Conviene pues calcular mejor nuestras reacciones porque las interpretaciones son variopintas.

Otro ejemplo que me ha llamado poderosamente la atención es sostener que “el miedo que sufren las mujeres a ser agredidas sexualmente en la calle es otro tipo de violencia”.

Será que soy zurdo y el hemisferio dominante de mi cerebro es el derecho, pero realizando una interpretación particular, deduzco que, el Emakundismo nos considera a todos los hombres eventualmente potenciales agresores.

A las mujeres les agradeceré que al doctor Mukwege y a mí mismo nos borren de su lista y caminen tranquilas por la calle tanto de día como de noche.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.