El perfume

No sé qué se le
pasaría por la cabeza a
Jean-Baptiste Grenouille si se
encontrase, un día de
estos, tan sólo un ratito,
ante la tele, viendo el
aluvión de spots que
publicitan fascinantes perfumes y
cosméticos cada hora.

He de reconocer que alguno de
estos anuncios son, como
producto, de factura impecable.
Evidencian que, desde luego, no se
han escatimado medios en su
rodaje y postproducción.
Escogen entre las más
rutilantes y deseadas estrellas a
sus protagonistas y nos los
presentan rodeados de una
atmósfera rebosante de
glamour, aventura, acción o
misterio, que está
ahí, justo al alcance de
nuestra mano.

Son alt@s, guap@s, ric@s y
famos@s, que, para más
inri, tienen acompañantes
extremadamente cariños@s,
aún más alt@s y
guap@s que ell@s mism@s. Y
previo pago de unas decenas de
euros, parece que, incluso un
pobre diablo, o una chica del
montón, podrían
tener la legítima
aspiración de tornarse,
siempre que permaneciesen
embadurnados en esas ricas
esencias o mágicos fluidos
con propiedades antiedad, tan
maravillosos como los modelos a
los que deseamos emular en el
más profundo de nuestros
subconscientes.

Ya sabemos que de ilusiones
también se vive, aunque
sea por muy poquito tiempo y que
aún no hemos terminado
de apurar ese periodo del
año en que está
permitido, o, mejor dicho, es de
obligado cumplimiento, cultivar esa
ilusión. Y hemos creado,
para ello, dos recetas ganadoras:
las loterías y los regalos. Y
puestos a regalar, los perfumes y
los cosméticos, son un
activo siempre en alza, un
clásico que nunca muere.

Tanto es así que se
estima que, casi un 70% de las
ventas anuales de estos productos,
tiene lugar en la denominada
“campaña de
navidad”. Y, posiblemente,
si creemos en la
“Teoría del
Pintalabios”, este
año, la venta de perfumes
podría alcanzar cifras
estratosféricas.

Según esta
teoría, basada en la
observación de los
directivos de la
compañía
Estée Lauder, las ventas de
barras de labios, sobre todo las de
color rojo, se incrementan de forma
notable en tiempos de crisis.
Aunque el motivo de esta
correlación puede no estar
muy claro, es un hecho constatado
el que a medida que se acerca una
crisis, los consumidores dejan de
comprar bienes de lujo y los
sustituyen por productos
más baratos y sencillos.

La base empírica de
este indicador viene avalado,
incluso, por la evolución de
los mercados bursátiles, ya
que durante las recesiones de los
años 80 y 90, el sector de
estos productos de cuidado
personal creció a un ritmo
superior al 100% en
comparación con el del
conjunto del resto de bienes y
servicios.

Así que no es de
extrañar que dado que un
río revuelto es proclive a
generar ganancias entre los
pescadores, la industria del
perfume y la cosmética,
consciente de ello, eche el resto
estos días y no ceje en su
empeño de bombardearnos
con su poderosa y sugerente
artillería.

Jon Andoni Bengoetxea es abogado y presidente de la Cultural de Durango