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Egun bat arrantzan

Con este título la
Consejería de Agricultura y
Pesca del Gobierno Vasco ha
llevado hasta el centro cultural
Zelaieta de Amorebieta-Etxano una
exposición audiovisual
sobre la situación actual del
sector pesquero entre nosotros.
Hablan, sobre un fondo de
imágenes de Ondarroa,
Lekeitio, Pasajes y otros puertos
pesqueros, pescadores de altura o
de bajura, técnicos de
pesca, operarias de fábricas
de conserva.

Una gozada, estos balcones
abiertos al mar, estas puertas de
Euskalherria que nos acercan a
todos los pueblos, a todas las
culturas, a toda la humanidad, a
todas las tierras, que nos vienen a
visitar a los de tierra adentro para
contarnos su vida, milagros y
sinsabores. “No creo que
llegaré a jubilarme en este
trabajo”, comenta una trabajadora
de fábrica de conservas.

“Es duro pasarse meses, hasta
medio año, quince
días lejos de casa, sin ver a
tus hijos y a tu mujer”, comenta el
senegalés Khalil Ndiaye,
que vino de su país a
estudiar técnicas de pesca y
ha trabajado en caladeros de
Noruega, en pesca de bajura.

“Mi abuelo fue pescador de
altura, mi padre también,
yo sigo en este oficio, pero mis
hijos se niegan en redondo a
seguir; la pesca como
profesión y actividad
económica tiene un porvenir
muy negro”.

Tal vez el único
testimonio optimista y
esperanzado lo firma una
trabajadora que lleva toda su vida
remendando redes sobre el duro
suelo de los muelles, toda su vida
trabajando a la intemperie, haga
sol, o llueva a cántaros, y
no se corta al proclamar que “estoy
muy a gusto con este trabajo y con
esta profesión”.

Y es que los caladeros se
agotan por
sobreexplotación, faltan
brazos para salir a pescar al mar, y
apenas se sostienen las
tripulaciones de los vascos
pesqueros vascos recurriendo a
trabajadores senegaleses o de
otros países de Africa y
América del Sur. O
recurriendo a mujeres africanas
para las labores de las
fábricas de conservas. El
senegalés Khalil Ndiaye
apunta un dato alarmante: “Cada
vez hay más barcos
pesqueros en venta”. O sea, que al
cierre de pequeños
comercios bajo la presión
de los grandes supermercados, al
cierre de bares bajo la
presión de la crisis, sumen
ustedes ahora la retirada y la
puesta en venta de los barcos
pesqueros…

Todos los hombres del mar
consultados reclaman una
política de
preservación de los
caladeros, de represión de
los excesos de las grandes
empresas de pesca…

La exposición no toca
apenas ese otro aspecto de la
pesca que se desarrolla en las
costas de Somalia, sorteando
barcos piratas y vigilados por
helicópteros y barcos de
guerra, o en Namibia, o en las
Malvinas, o en las costas de
Ecuador… Es como si nos
olvidásemos del
atún y el bacalao para
centrarnos en la anchoa y el
verdel…

Alguien echará
quizá de menos la
importancia de ese
fenómeno que apuntan los
mismos pescadores euskaldunes:
el sector pesquero sobrevive en
Euskadi gracias a la
aportación de la
emigración; la
última generación
de familias de pescadores de
varias generaciones en el oficio
han decidido quedarse en tierra,
volverle las espaldas al mar.

Paseando por los muelles de
Ondárroa, Bermeo, de
cualquier puerto pesquero, uno se
da cuenta de la importante
presencia de africanos en las
tareas de la pesca. Y más
aún, de la acogida
amistosa y afectuosa de la
poblaciones de esos pueblos
pesqueros, a la que los emigrantes
responden con una rápida
integración en la cultura, las
costumbres, el idioma… Y
cualquier pescador podría
contarnos que en la
tripulación de su barco los
oficiales son vascos, los
demás han sido
contratados en Senegal o Kenia…

Y es que las gentes del mar no
conocen fronteras, porque no
pueden pintarse rayas de
separación sobre el agua,
porque si vives en el mar, si vives
del mar, te juegas la vida cada
minuto y necesitas de la ayuda y
solidaridad de los demás. El
mar disuelve y borra todas las
diferencias, todos los contenciosos.
En el mar solo se habla una
lengua, solo se tiene amigos en
los que no tienes más
remedio que confiar, con los que
tienes que contar en cada
momento. El “Boga, boga,
mariñela”, además
de folklore vasco, es folklore
marinero que cantan todos los
marineros en todos los mares…

Euskadi necesita personas
educadas y curtidas en el mar, no
podemos consentir que se extinga
esa estirpe de pescadores y
marinos, que son la punta de lanza
de la universalidad, la apertura, la
fraternidad con todos los pueblos
de la tierra, que son nuestra mejor
carta de presentación ante
todo el mundo, nuestros mejores
embajadores. El Gobierno Vasco
debería mimar el sector
pesquero, más que nada
por mantener vivos todos esos
valores, que quizá los
hombres de tierra adentro tenemos
el peligro de perder.

Honorio Cadarso es periodista

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