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Ante los brutales recortes, ¿qué?

Los brutales recortes aprobados por el Gobierno de Rajoy han situado de un sopapo a toda la población en la realidad. Ya no hay nadie que se sienta a salvo de los hombres de negro de la troika, que dan más miedo que la de la guadaña. Si han ???tocado??? a los funcionarios y puede que dentro de poco a los pensionistas, ya todo es posible. Se ha abierto el séptimo sello y comienzan a sonar las trompetas del Apocalipsis (los aficionados al ocultismo aseguran que esto es real y está ocurriendo ya mismo).

Y el miedo, unido a la desesperación, desemboca en rabia. Ya hemos tenido un botón de muestra en las manifestaciones espontáneas de funcionarios ante el Congreso y las sedes del PP y del PSOE, de CiU??? de estos días. En relación a los partidos que gestionan instituciones, el descrédito y las sospechas de nepotismo y de gestión clientelar están adquiriendo rango de dogma.

Y es que esta nueva vuelta de tuerca ha dejado a la población en una situación de desamparo y, sobre todo, de desconfianza hacia los partidos políticos (los sindicatos se libran por los pelos), de los que no se espera que resuelvan nada. ¡Si lo único que han hecho hasta ahora ha sido empeorar las cosas!

Casi nadie se libra ya del impulso de asaltar la calle. Esto en la versión moderada, porque se percibe mucha violencia contenida que puede estallar en el momento más inesperado. Ya se ha vertido gasolina más que suficiente como para que arda Troya.

Lo peor de todo es que el descontento ha obnubilado las mentes. Donde se han cerrado los horizontes, no luce el sol y es imposible la vida. Afloran las pulsiones de muerte, de destrucción. Porque arruinar el estado del bienestar es destruir la vida, la dignidad de muchas personas, en especial de las más desfavorecidas, y miles y miles de ellas dentro de poco no tendrán nada que perder.

Si bien es muy fácil unirse a este sentimiento de desesperación y furia colectiva, me parece que, mientras no inventemos nada mejor, la imperfecta democracia que padecemos es la solución menos mala en estos momentos. Lo que no significa que con nuestro voto otorguemos a los políticos que nos representan carta blanca. Está visto y comprobado que no podemos dejar nuestros destinos sólo en sus manos.

Tenemos que estar vigilantes y combinar el derecho a elegir democráticamente a nuestros representantes con protestas en la calle que vayan modulando sus políticas y decisiones a fin de perfeccionar el sistema para llegar a instaurar y consolidar otro alternativo en el que sigamos contando y cabiendo todos. Uno que esté para lo que debe estar: solucionar los problemas de la gente en lugar de causárselos. Y que haga lo que sea preciso para ello.

O esto o la revolución. Cualquier cosa menos acabar embaucados por populistas y aspirantes a dictadores, algo fácil dado en el estado emocional colectivo en que estamos sumidos. Y es que nos ha costado mucho esfuerzo consolidar esta democracia, aunque sea defectuosa, para que ahora venga cualquier desaprensivo y se la lleve calentita.

Vivimos el fin de unos tiempos. Esperamos una Tierra nueva donde habite la justicia

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