Olimpiadas de los recortes

Ahora que estamos de
olimpiadas, tal vez en Londres
tendríamos opciones a
medalla en tiro al elefante, pero
desde luego que en el deporte de
los recortes los tres metales
serían para alguno/a de los
presidentes/as de Madrid, Toledo o
Barcelona.

Ahí es nada, batimos
records en sanidad,
educación, pensiones,
rebaja de salarios, copago de
medicinas, EREs, supresión
de pagas extra (salvando por
supuesto la del Glorioso 18 de
julio), número de
desempleados… y la lista sigue
abierta, nuestros gobernantes nos
repiten que los recortes
seguirán hasta una fecha
sin determinar…

Como también
podrían optar a medallas
en el deporte los rescates Bankia,
CCM, CAM y no pocos bancos de
una piel de toro, asaeteada y
alanceada a desfalcos, bonos a
directivos y trampas por todos su
rincones.

Salimos allá por la
década de 1970 de la larga
noche de una dictadura y nos
construímos una
democracia, siempre bajo la tutela
de las grandes potencias de la
guerra fría y de los
banqueros del estado.

Pero vinieron la Thatcher, la
dama de hierro, y el Reagan, el
pistolero de westerns baratos, y
decretaron que los capitalistas
debían campar por sus
respetos y no debían ser
molestados por los poderes de los
estados, inaugurando el
neoliberalismo y el capitalismo
salvaje.

Y nuestra democracia
recién estrenada se
tornó democracia de
pacotilla, sometida, atada de pies
y manos, cautiva y rehén
de los bancos estatales, del
Deutsche Bank, de la City de
Londres y Wall Street de New York,
de la UE…

Ya pueden pregonar
Rodríguez Zapatero y
Rajoy, la mismísima
Merkel, que los que mandan son
ellos. Nuestros gobernantes son
robots en manos de los
señores de los mercados. De
nada sirve que alardeemos de que
nuestros gobernantes lo son
gracias a nuestros votos
democráticamente emitidos
en las urnas. A fin de cuentas,
ellos obedecerán a los
dictados de los mercados,
más que a nuestros
encargos y sus compromisos
electorales.

Cuando los señores del
dinero gozan de absoluta libertad y
de todos los permisos de sus
respectivos gobiernos y todas las
bendiciones de los líderes
religiosos, en las naciones y en el
mundo no mandan los pueblos con
sus votos, mandan los mercados,
los señores de las finanzas.

¿Acaso no han decidido
los dos partidos mayoritarios
de este Estado cambiar la
Constitución para decretar
que antes que cualquier otro
derecho, antes que saciar el
hambre de sus ciudadanos,
habrá que pagar en
primerísimo lugar las
deudas contraídas con los
mercados?

Podremos discutir si nuestros
gobernantes están
capeando este temporal de la crisis
con mayor o menor acierto, dentro
del estrechísimo margen de
maniobra que les permiten los
mercados. Podremos reprocharles
que cargan sobre el pueblo los
errores y delitos monetarios
cometidos por nuestros banqueros,
mientras a estos los rescatan
generosamente. Pero nos
enfrentamos a un problema de
alcande planetario, que requiere
también una estrategia
conjunta de todos los oprimidos del
mundo.

Y por desgracia, son muy
pocos los que hablan del alcance
verdadero del problema y de las
soluciones a intentar.

Honorio Cadarso es periodista