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Alicia en el país de las octavillas

La puerta se abrió bruscamente y un rayo de sol se coló dentro dejando ver un haz de polvo flotante en el aire.

Víctor había llamado varias veces con resultado infructuoso, así que decidió forzar la puerta con su hombro derecho, al intuir que aquella casa del bosque estaba abandonada.

Le sorprendió ver sobre el recibidor del pasillo una imagen del niño Jesús completamente desnudo. De pie, sostenía en su mano izquierda la bola del mundo. Su cabeza estaba cubierta por un cabello rizado y sus partes íntimas mostradas al aire: tenía un pito insignificante.

La cocina era escasa y estaba bien ordenada y limpia. Victor subió a la planta superior. Había 3 dormitorios. El primero de ellos disponía de un gran lecho de matrimonio. La segunda habitación era un tanto singular. Al menos eso le pareció a nuestro visitante: tenía siete pequeñas camas y sin embargo no había ningún atisbo más de que aquél cuarto fuera de niños. Pero su mayor sorpresa fue al abrir la tercera puerta. Penetró en la habitación en penumbra y apenas pudo distinguir una silueta que se incorporaba sobre la cama bostezando y diciendo: -¿ya estáis de vuelta? ¿no es pronto todavía?.

Era una voz femenina a la que Víctor no supo qué responder para tratar de no asustar a aquella mujer. Finalmente tuvo que articular alguna frase afable. No quedaba más remedio.

-Soy un vecino de camino a su trabajo. Hoy había decidido coger este atajo y conocer a mis convecinos. Espero que no te alarmes.
-¿Y cómo has entrado? ¿Con qué derecho? ¿Acaso eres policía?- soltó ella las tres preguntas algo alterada.
-Tú lo acabas de decir. Soy agente de policía-exhibiendo su placa- y queria saber quien ocupa esta casa, así que será mejor que me digas la verdad-aclaró él.

Ella saltó de la cama y corrió las cortinas. Era una tarde radiante y el follaje no lograba contener la luz que inundó el aposento. Ante Víctor apareció una joven de entre 25 y 30 años -calculaba él- morena, que nada más estar visible se cubrió con un albornoz que tenía a mano.
-¿Y bien? No es delito lo que hacemos -se delató la mujer.
-¿Lo que hacéis quiénes?- preguntó el madero.
-Pues, los siete enanitos y yo- respondió.
-¿Los siete enanitos y tú? Y tú, ¿cómo te llamas?
-Mi nombre es Alicia y soy cazadora. Vivo en esta casa con siete seres diminutos que son un primor y hoy han ido a repartir octavillas a la “manifa”. Les quieren echar de la mina ¿sabes? Y no creo que sea un crimen repartir unas cuartillas de papel para llamar a la huelga.
-Ciertamente no hay nada de malo en ello, pero… ¿y tú? ¿Qué, cómo y cuando cazas en este bosque? Eso sí que es importante que lo conozca-inquirió Víctor.
-Salgo muy temprano por la mañana y regreso para preparar a mediodía la comida a mis siete compañeros de vivienda. Uso una ballesta. Ya ves , incluso soy una depredadora ecologista. Liebres, conejos, patos, y hasta caza mayor en ocasiones: ciervos y corzos- explicó la chica- No uso plomo como vosotros cuando tiráis de pipa.
-Rara avis. No llego a creerme tu historia-dedujo el detective.
-¿A no? En el arcón de la sala guardo mis útiles de trabajo. Te los mostraré- se ofreció ella.
-Vamos a verlos pues-confirmó Víctor.

Alicia y el policía bajaron. Dirigiéndose a la estancia ella le tentó: -¿recuerdas la historia de Guillermo Tell? ¿Te atreverías a colocarte una manzana sobre la cabeza y que yo la parta de un certero disparo?

                                        …./…

                                        …/…

-Si es verdad lo que dice, no hay mejor manera de demostrarlo-pensó él- y como represento a la ley no creo que se atreva a otra cosa que no sea dar en la diana. Y por otro lado verá que no soy cobarde.

Sucedía que se quedó prendado de ella. Amor a primera vista debió de ser. No había otra explicación.

Dirigiéndose a la joven: – de acuerdo, correremos el riesgo y será una experiencia interesante para los dos. Tiene morbo.

Salieron al porche y él comenzó a caminar contando los pasos: ¿treinta no serán muchos?- preguntó.
-De ninguna manera, es un blanco fijo y yo estoy acostumbrada a tirar sobre animales en movimiento-argumentó Alicia.
Le brillaban los ojos. Preparó la ballesta mientras él se colocaba la manzana sobre su cabeza. La saeta rasgó el aire y buscó su objetivo clavándose entre ceja y ceja de Víctor que se desplomó fulminado.
-Otro ingenuo que cae engañado por la fruta prohibida-sentenció la cazadora- y mirando al cadáver del polizonte, como si éste le estuviera escuchando desde el más allá, añadió: -es ilegal entrar en una vivienda sin una orden judicial.

Al llegar los gnomos y ver el panorama se aprestaron a trasladar el fiambre y sepultarlo en lo más profundo de la mina, no sin antes revisar sus pertenencias.

Ahí es donde se llevaron una enorme sorpresa: encontraron en uno de sus bolsillos una imitación de placa de policía que en su reverso indicaba “Cola-loca” (Made in China).

De vuelta al hogar, el Gruñón en nombre de todos explicó el hallazgo a su compañera, a lo que Alicia respondió: -Lo supe desde el primer momento. Era el príncipe azul y el pobre iluso ignoraba que esto no es un cuento. ¿Qué os parece si preparamos para cenar la hermosa pieza que he conseguido esta mañana?


Nota del autor:

Si el apreciado  lector quiere darle un sentido a este relato, trate de sustituir a Víctor por político inepto, farsante y corrupto, a Alicia por Democracia y a los enanos por ciudadanos, aparte de algún que otro detalle, y tal vez comience a identificar héroes, bellacos y situaciones a futuro deseables en nuestra sociedad.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.

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