A falta de soluciones, populismo

Cuando los gobiernos se ven superados por los acontecimientos, suelen recurrir a un populismo barato, sazonado en ocasiones con un nacionalismo de quita y pon. Es una de las manifestaciones de lo que popularmente conocemos como ???cortina de humo??? o ???tinta del calamar???.

El procedimiento consiste en encubrir los problemas acuciantes con grandes golpes de efecto que desvíen la atención de la ciudanía y la hagan olvidar por un momento sus penurias. El culmen de la eficacia se consigue cuando los ejecutores de la estrategia logran que los paganos de sus desaciertos se solidaricen con ellos.

Es lo que ha pretendido el gobierno español, ayudado por sus cortesanos mediáticos, con la expropiación de YPF, al convertirla en un problema de Estado.

Pero esto no ha sido más que el primer acto. Agobiado por la crisis y la falta de horizontes, el gobierno de Mariano Rajoy está recurriendo a los mismos ardides que aquellos otros a los que critica ásperamente, como Argentina o su inspirador, Venezuela. Esto es, victimismo y demagogia (al margen de que esos países tengan derecho a reconducir sus políticas como lo estimen conveniente). Con una diferencia significativa: el Estado español no ha roto las reglas de juego de los organismos internacionales. Claro está que tampoco cuenta con enormes reservas de recursos naturales que alivien los apuros de su economía ni otro marco de referencia al cual remitirse.

Y, como hizo el derrotado Sarkozy con los gitanos rumanos y más recientemente con los musulmanes en un intento desesperado de frenar el avance de la ultraderecha, Rajoy y su gobierno se están dedicando a agitar el menosprecio al inferior que consuela a los desesperados y que consiste en tener a alguien a quien machacar para elevar, siquiera un poco, la autoestima propia. De esta forma se dispersa y amortigua la ira dirigida hacia arriba, hacia los factótum de los ???mercados???.

Incapaz de reorientar la aguda crisis que soporta la economía española, el Gobierno del PP está convirtiendo a los sectores más vulnerables de la población en chivos expiatorios de su ineficacia política y ausencia de alternativas (no digo que otros las tengan tampoco, pero una cosa es esto y otra cargar las culpas a los más débiles de la sociedad).

¿Y qué es lo que ha ideado? Evitar los “abusos”: Eliminar la asistencia sanitaria ambulatoria a los inmigrantes sin papeles, que ya sabemos que suelen ser la diana de todos los descontentos. Otra ???gran solución??? era suprimir las cirugías de reasignación de sexo (cambio de sexo). Pero la rápida reacción de las organizaciones interesadas ha bloqueado la iniciativa, que suponía un ahorro pírrico, ya que se practica una operación semanal de promedio en todo el Estado. 

A esto, que carece de justificación económica, se suman los ya conocidos recortes en la educación o el proyecto de cobrar por recurrir las sentencias de los tribunales laborales. La diferencia es que estos sectores tienen detrás fuertes organizaciones que los defiendan e involucran a una amplia mayoría de la población.

Tenemos suerte de que nuestras instituciones no estén secundando estas políticas, aunque dudo si después de las elecciones del próximo mes de marzo no se verán obligadas a sacar la motosierra y el txipiron.

Vivimos el fin de unos tiempos. Esperamos una Tierra nueva donde habite la justicia