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Educación clasista

 

En tiempos pasados, en el conjunto del estado español, solo los hijos de los ricos tenían acceso a la escuela; no había escuelas para los pobres, sus hijos estaban condenados de por vida al analfabetismo. Esta situación se remedió con la República en 1931, el gobierno creó una red de escuelas públicas en la que cabían todos, ricos y pobres, aunque los ricos optaron por parapetarse en la enseñanza privada.

Con la llamada transición democrática las cosas se han estabilizado, y contamos con una red de colegios públicos, otra de enseñanza privada y otra de enseñanza concertada. Entre las tres prestan un soporte y una continuidad a la separación de clases que padece nuestra sociedad.

Se calcula que en Europa el 90% del alumnado es escolarizado en centros públicos, la incidencia de la enseñanza privada es mínima, y lo mismo ocurre en Estados Unidos. En el estado español, la proporción es de un 67% para la escuela pública, y un 33% para la privada; en Euskadi el alumnado se reparte en un 50% aproximadamente para la enseñanza pública y otro 50% para la privada o concertada.

Estos porcentajes se desequilibran si comparamos regiones o ciudades de signo proletario con otras donde prevalece una población elitista y aristocrática. En la Comunidad autónoma de Madrid, en los municipios ocupados por la alta sociedad, la escuela pública tiene una presencia mínima, los hijos de la gente bien acuden a centros de enseñanza privada. Por el contrario, en municipios “proletarios” como Parla, el 91% estudian en centros públicos. Y si en Euskadi los alumnos acuden a partes iguales a ambas enseñanzas, privada y pública, en Andalucía la proporción es de un 75% para la pública y un 25%.

Desde la llamada Transición democrática, se han producido corrimientos del alumnado desde la ecuela pública hacia la concertada o privada; los padres suelen preferir que sus hijos alternen con la gente bien y no se mezclen con niños de clases sociales “inferiores”; por otra parte el paso de muchos trabajadores de la clase obrera a la clase media les ha permitido aspirar a un nivel de enseñanza superior.

Sin embargo, la enseñanza pública ha mantenido sus porcentajes de alumnado gracias a la afluencia no programada de hijos de emigrantes desde los países del Tercer Mundo. Desde las instituciones se ha insistido en que estos nuevos alumnos fuesen distribuídos a partes iguales entre la enseñanza pública y la privada o concertada. Pero lo cierto es que es la escuela pública la que soporta la mayor carga de alumnos emigrantes. Algunos botones de muestra: entre 2002 y 2003, el 80,2% de los hijos de emigrantes estaban escolarizados en escuelas públicas, y solo un 19,8% en escuelas privadas.

Recientemente, el Consejo Escolar de Euskadi ha reprochado al Gobierno Vasco que “no ha conseguido avanzar en la distribución equilibrada y equitativa de alumnos extranjeros” entre la escuela pública, la concertada y la privada. Efectivamente,la pública cuenta con un 11% de sus alumnos extranjeros, mientras que en la privada o concertada solo son extranjeros un 5,5% de los alumnos. Y si se trata de las ikastolas, solo un 2,7%.

En conjunto, se denuncia por especialistas en la materia que la enseñanza pública se ve abocada a escolarizar a alumnos problemáticos que las otras enseñanzas, concertada o privada, consideran “material de desecho”. Un estudio realizado por un profesor de la Universidad de Salamanca dibuja un panorama muy negativo de este organigrama educativo de nuestro país: “Caminamos hacia una red de en señanza pública “gheto” para “excluídos” y una red de enseñanza concertada o privada “burbuja” para los “elegidos”.

Abundando en estas mismos comentarios, el profesor de la Universidad de Salamanca añade que “formamos un  estado en el que las instituciones públicas tienen un crédito bajo mínimos, en el que el debate político resulta con frecuencia demasiado crispado y hasta violento; un país incapaz de construir el escenario de una ciudadanía compartida y las instituciones necesarias para ello”

Este clima de nuestra sociedad viene tal vez generado y alimentado desde una escuela primaria que convierte la separación y el enfrentamiento de las clases sociales en un dogma. Ya lo dice el refrán: “Quien siembra vientos, recoge tempestades”.

Los recortes que se anuncian en educación desde el Gobierno, recortes que afectarán seguramente más a los pobres que a los ricos, parecen ir en la misma dirección. 

 

Honorio Cadarso es periodista

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