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Durangaldea es el lugar de Bizkaia donde más ha pervivido la cultura del caserío

Durangaldea es el lugar de Bizkaia donde más ha pervivido la cultura del caserío

La comarca de Durangaldea ha sido la zona de Bizkaia donde más tiempo se ha mantenido la tradición del caserío, según asegura la investigadora Amaia Negro, que ha estudiado la vida de las mujeres rurales, las últimas guardianas de la institución.

“El caserío ha sido una institución y un modo de vida e identidad, que se ha mantenido casi intacto durante cuatro siglos”. Con esta declaración, Negro acota los límites de su trabajo, que se centra en los aspectos antropológicos de la cultura del baserri y deja de lado los económicos. Para realizarlo,  entrevistó en profundidad a ocho mujeres baserritarras de diferentes épocas del siglo XX. El resultado lo plasmó en una tesina titulada “Mujeres baserritarras, identidad en crisis”.

Negro, educadora social, constata que la cultura del caserío arranca de una tradición precapitalista, en la que el grupo es más importante que el individuo. “El caserío y el trabajo de las mujeres está relacionado con un modo de vida comunitario”.

En esta tradición se daba mucha importancia a mantener indiviso el caserío con sus tierras, razón por lo que era legado a un único heredero, que desde el siglo XIX podía ser una mujer. La autoridad de los padres era indiscutible. Muchas fueron elegidas para conservar el patrimonio familiar en detrimento de sus hermanos. La proporción llegó a ser de 40-60% a favor de éstos.

El reparto del trabajo, según Negro, era equitativo. Hombres y mujeres se ocupaban indistintamente de las tareas, aunque había preferencia por que ciertos trabajos fueran realizados por los hombres, como los de labranza, y las mujeres se ocupaban en exclusiva de los trabajos domésticos y de cuidados.


El nacionalcatolicismo realza el papel de esposa

A principios del siglo XX, cuando empiezan a faltar los varones por fallecimientos prematuros y otras causas, las mujeres toman el mando y, además de ocuparse del trabajo propio del baserri, comienzan a acudir a ferias, con lo que “participan también del mundo público”.

El franquismo recupera la división sexista del trabajo establecida en el siglo XIX. “El nacionalcatolicismo realza el papel de madre y esposa de las mujeres y las relega al ámbito privado y esta ideología llega al baserri”. Es más, la investigadora opina que “encaja en el concepto comunitarista del caserío, que contempla el cuidado integral de todas las personas”.

Los hombres empiezan a desentenderse, sin embargo, del trabajo comunitario en los años cincuenta y sesenta “coincidiendo con la industrialización “. Marchan a trabajar a las fábricas y comienza la decadencia del caserío. Los varones siguen viviendo en la casa familiar, pero cuando llegan “no entienden que tengan que aportar y esperan que las mujeres se lo hagan todo”.

Ellas “sienten  rabia e impotencia ante estas situaciones que no son capaces de cambiar y se abren a una cierta conciencia feminista, pues este movimiento ha ido avanzado y ellas son capaces de identificar situaciones injustas”. Pero al mismo tiempo “se sienten defensoras” de la institución que les “ha dado una identidad” y “se les hace duro” ver que va languideciendo.


Vuelta al caserío pero de forma diferente

De los años ochenta a la actualidad, se observa un movimiento de vuelta de mujeres y hombres urbanos al caserío. Pero sólo se recuperan la actividad económica y ganadera de la institución y no la esencia cultural. “Vuelven con una idea bucólica del campo y de recuperar algo que se ha perdido. Pero el baserri no es sólo esto, sino una manera de entender la vida, que se resume en tres principios: organizarse como grupo, cuidar a las personas y entender el trabajo como un valor que dignifica y ayuda a crecer”.

Lo que hay ahora, en cambio, en el caserío, según Negro, “son agricultores, no baserritarras”. Las mujeres han sido el último eslabón de la pervivencia de este sistema, que “está en visos de desaparecer”, subraya la investigadora.

La conclusión es que “estamos ya en otro modelo de vida. El caserío choca con el sistema capitalista. Son dos maneras de vivir completamente distintas. El baserri se basa en el cuidado del grupo, en lo colectivo, mientras que el capitalismo es un sistema individualista”.

 

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