Sospechoso

Pasear por Durango con un ejemplar de ‘El Mundo’ es sospechoso. Lo he comprobado varias veces. Como si cada vez que cruzara la puerta del quiosco entrara en un colegio electoral. Avanzando hasta toparme con todas las cabeceras, diversas papeletas que se exponen ante mí. Eligiendo una, en un acto de fe. Pagando algo más de un euro y saliendo convencido; convencido de que con ese gesto, con ese simple euro, habré hipotecado algo más que el derecho a la información: he marcado mi territorio ideológico.

Y paseaba por Durango sin ser consciente de lo que acabo de relatar. Y se cruzó un colega en mi camino: ???¿Cómo así con ese diario????, me pregunta. No supe responderle, me dejó clavado.

Aquel sábado 12 de diciembre ojeé ese periódico. La omnipresencia de Aminatu Haidar me llevaba saturando algunos días, por pura incomodidad, porque me incomoda pensar que no consigo entender ciertos asuntos o conflictos en su totalidad. No era una simple huelga de hambre, pensaba, y pasaba de puntillas por noticias, informativos y editoriales. Aquel día caí en la trampa: en la sección ‘Comunicación’, dedicada a la actualidad de la radio y a la de la televisión, Manuel Hidalgo criticaba en su columna a Aminatu Haidar.

Y me sorprendió su disertación; nuevo punto de vista sobre el conflicto, sin complejos ni medias tintas. Criticaba la actitud de la activista saharaui por reivindicar algo con una huelga de hambre: ???Si uno quiere inmolar su vida por una causa, debe hacerlo sin condiciones, sin que medie nada que pueda parecerse a un chantaje???. Hidalgo preferiría que los idealistas ???den su vida en el laborioso día a día, por una causa noble o de conciencia???, en lugar del citado chantaje. Sin tapujos, el crítico dejaba claro que no simpatizaba con las políticas o religiones que ensalzan la entrega de la vida propia en nombre de una causa, pues reconocía sospechar que esas personas están o han estado dispuestas a quitar la vida ajena por la misma causa.

A través de ese punto de vista me introduje algo más en el conflicto de Haidar. Casualmente, el domingo también acudí a ‘votar’, volví a reincidir en mi voto. Y disfruté más que nunca con mi elección. Así, leí diversas opiniones sobre este tema, con la brillante reflexión que hacía Pedro J. Ramírez a la cabeza: comparaba a Aminatu Haidar con Rosa Parks, personaje que yo desconocía. Mírenlo en Wikipedia.  

En la contraportada. Carmen Rigalt se oponía, en cierta medida, a la citada reflexión de Hidalgo: ???el derecho a ser libre incluye el derecho a quitarse la vida???, defendía. Y añadía el carácter de nuevo icono de la libertad de Haidar reconociendo que ???Aminatu podría acabar como el Che, impreso en millones de camisetas???. Por otro lado Casimiro García me destapó que ???las grandes causas necesitan de un rostro: a los seres humanos les es más fácil identificarse con las personas que con las ideas que defienden???, argumentaba. Y por último, Luis María Ansón insinuaba en su espacio semanal la rentabilidad política que la hipotética muerte de la activista le generaría al Frente Polisario.

Así, leyendo y citando esos artículos no hago apología de nada. ¿Qué tienen en común Hidalgo, Rigalt, Pedro J., Ansón y García? Reivindico la libertad para comprar, leer y disfrutar cualquier periódico. Mejor que reafirmar nuestros ideales, aprovechémoslos para enriquecerlos. Ahora ya sé qué responderé cuando me cruce con mi colega llevando ‘El Mundo’ o cualquier otro diario bajo mi brazo. ¿Por qué compras ese periódico? ???Porqué tus opiniones sobre la mayoría de las cuestiones ya las conozco???. Y me fijaré cuál es el periódico que lleva debajo de su brazo; dudo que sea ‘El Mundo’.

Julen Orbegozo es periodista