Whisky y ballenato

Inmersos, como estamos, en plena vorágine electoral, lo que más me ha llamado la atención esta semana, muy por encima del constante y cercano mensaje que la mayoría de candidatos a la ???lehendakaritza??? se esfuerza en grabar en la psique de sus potenciales electores, han sido dos encuentros que han tenido lugar lejos, muy lejos de nuestras fronteras, y que están llamados, o al menos así lo deseo, a formar parte de la Historia mundial más reciente.

Hace unos pocos días, británicos y escoceses daban una lección a toda Europa y al mundo de cómo debe entenderse el potencial alcance de un régimen democrático en el siglo XXI. Parece de perogrullo, pero muchos que se consideran consumados estadistas, aún tratan de ignorar, descaradamente, que la democracia debe amparar siempre y favorecer el pacífico y legítimo ejercicio de los derechos civiles y políticos de los ciudadanos que la sustentan. Aunque el derecho que se pretenda ejercitar sea el de la autodeterminación de un pueblo que, dicho sea de paso, cuenta con un señero reconocimiento en el orden internacional.

Años de trabajo, oscuro, discreto y constante, se han visto por fin recompensados y serán los escoceses quienes puedan decidir el futuro de Escocia, esto es, su propio futuro, en virtud del pacto al que han llegado con el gobierno del Reino Unido, que les permitirá expresar en las urnas si desean independizarse de la Gran Bretaña.

Y todo ello se ha escenificado de un modo esencialmente natural y lógico, sin grandilocuencias ni exabruptos, y sin que se hayan resquebrajado los cimientos de los ingleses. Y fíjense que, si históricamente ha existido un estado ???imperialista???, ese ha sido el británico, que extendió sus tentáculos desde el Atlántico Este hasta Australia, pasando por la mitad de Asia.

Sin embargo, han sido conscientes de que no procede en democracia, en el año 2012, mantener bajo su soberanía a una nación que mayoritariamente no lo desee, y se han dado los pasos, discretos y deliberadamente ajenos a todo extremismo o atisbo de violencia, para que los escoceses puedan expresar su opinión al respecto, en entera libertad.

¿Se imaginan que esto pudiera suceder en el Reino de España? No, ¿verdad? ¿Se acuerdan de cómo maltrataron en España al lehendakari Ibarretxe cuando acudió a Madrid, a la capital del reino, a defender un plan que perseguía, simplemente, que se reconociese a los vascos el derecho a decidir lo que queríamos ser?

No hay más que ver (como en el debate electoral del miércoles) cómo la simple palabra autodeterminación o independencia, o cualquiera otra que les ronde, además de obsesionar al Sr. Basagoiti, le produce una insoportable urticaria. Y eso que es la cabeza visible del Partido Popular en Euskadi. Así que es mejor no pensar en el efecto que el reconocimiento de este derecho a decidir produciría en Génova.

Pero el encuentro entre Cameron y Salmon no ha sido el único tan trascendente que ha tenido lugar recientemente. De la misma guisa, discreta y atemperada, también el gobierno Colombiano y las FARC han abierto su propio proceso, esperemos que irreversible y sin marcha atrás, de Paz, en Oslo. ¿Se imaginan que esto pudiera suceder en el Reino de España? No, ¿verdad? Y eso que hace ya un año que dejamos atrás la Conferencia de Aiete, y que las condiciones para la pacificación son óptimas después de medio siglo de sangriento conflicto.

Fíjense sobre qué cosas divago en vísperas de las elecciones al parlamento que deberán configurar al gobierno que, pasito a pasito, nos saque de la crisis y que consolide el proceso de paz. Casi nada. Así que, desde ahora mismo, me pongo a reflexionar sobre quién encabeza la candidatura idónea para conseguirlo.

Jon Andoni Bengoetxea es abogado y presidente de la Cultural de Durango