Política de circo romano

¿Interesa la política? La duda no parece de recibo teniendo en cuenta la sociedad tan ideologizada en la que vivimos. Pero surge y resurge porque, a pesar de que mucha gente dice ‘pasar’ del tema, son ingentes los comentarios que se vierten en las webs a propósito de las informaciones sobre esta cuestión. Da igual que se trate de propuestas originales o de los discursos de siempre presentados con distintos envoltorios cada vez.

 ¿Por qué esas noticias parecen despertar más interés que otras? Se intuye alguna explicación al examinar su contenido. Entre la maraña de exabruptos que pende de cualquiera de ellas, una observación interesante y constructiva es como una aguja en un pajar. Es evidente que el personal arroja ahí toda la carga de negatividad que lleva encima. Lo más visceral, lo peor de cada uno, se desagua en esos foros al abrigo del anonimato.

Se podría pensar que el caldo de cultivo de estas actitudes broncas reside en el peculiar tratamiento político que de la información hacen los propios medios según su ideología. Tengo mis dudas. Porque incluso noticias más neutras y sin demasiada carga emocional desatan hostilidades sin cuento.

Tal vez la raíz del problema tenga más que ver con ese uso perverso de la política que alienta el sectarismo más burdo y la descalificación sistemática del adversario. Esa estrategia de circo romano cultivada a ciertos niveles donde cualquier mensaje inofensivo lanzado a la arena excita los instintos depredadores de energúmenos sentados ante los terminales de ordenador.

¿Faltan políticos de altura? Seguro que no. Pero lo que se echa mucho de menos, sin duda, son ideólogos sólidos e innovadores, y más gestores con carácter suficiente como para llevar a cabo su cometido sin miedo a lo que unos cuantos opinadores de altos o bajos vuelos puedan interpretar.

Y es que lo mismo que la gente aprecia belleza en una obra de arte sin ser especialista, sabe valorar el esfuerzo, la coherencia y la honestidad. En la vida pública y en cualquier orden de la vida. No es de extrañar que la política de lavativa esté tan desprestigiada.

Vivimos el fin de unos tiempos. Esperamos una Tierra nueva donde habite la justicia