Orgullo y prejuicios

Nos acercamos al Día del Orgullo Gay, Lésbico, Transexual y Bisexual (28-J) Para resumir, bien se podría llamar Día de la Diversidad Sexual, pero quizás se haya querido mantener la denominación en todos sus términos (LGTB) para que ninguna realidad en él representada quede marginada.

Y es que si bien hoy en día ser homosexual o lesbiana ya no es tan duro (algo hemos avanzado, aunque parece que volvemos atrás, como denuncian nuestros jóvenes representantes locales del movimiento de liberación EHGAM) para las personas transexuales, por el contrario, el mundo sigue siendo extremadamente hostil y cruel.

Este año celebramos que la transexualidad ha dejado de considerarse una enfermedad mental, lo que ocurrió hace décadas con la homosexualidad. La Organización Mundial de la Salud eliminó la homosexualidad de su lista de trastornos psíquicos en 1990, casi 20 años después de que la Asociación Estadounidense de Psiquiatría la retirara de su lista de  enfermedades mentales (el catálogo DSM), toda una referencia mundial. En diciembre pasado, esta institución acaba de hacer lo propio con la transexualidad. ¿Habrá que esperar otras dos décadas para que la OMS se dé por enterada?.

Mientras tanto, las personas transexuales sufren la marginación propia de su condición de ???perturbadas???. Muchas mujeres se dedican a la prostitución con riesgo de su vida y menoscabo de su dignidad, a falta de otras alternativas. Los hombres parece que corren mejor suerte también en este ámbito, aunque pocos se libran del rechazo de sus familias y el entorno social.

Las personas benevolentes suelen defender que ???cada cual haga lo que quiera con su vida??? si no afecta al resto. El caso es que la homosexualidad y la transexualidad sí afectan al resto. Cuestionan las normas, transgreden, perturban con su existencia. Quiebran un orden secular. Cuartean la tradición patriarcal capitaneada por las religiones. En el Estado español, la voz cantante la lleva la mayoritaria iglesia católica, que se opone ferozmente a cualquier avance en las libertades de tipo afectivo-sexual y de las mujeres, y mantiene a fieles acólitos en todas las esferas de influencia.

Además, en este asunto no se trata meramente de distintas maneras de ver la vida. De que cada persona tenga una manera única de signifcar la realidad y de que puede colorearla a su gusto además. No. Esto tiene más trascendencia.

Existen dos clases de pensamiento totalmente contrapuestos: la lógica cartesiana (propia de Occidente) que enaltece el ???yo???, plantea las cosas en términos de oposición, dilema, secuencia de unidades aisladas entre sí y que ha posibilitado el progreso de la ciencia, pero también el fanatismo y la exclusión.

Con ella convive el pensamiento sistémico (propio de Oriente), el del ???nosotros???, que contempla la realidad como una suma de elementos que conforman entre todos una unidad y que interactúan entre sí de modo permanente. En este tipo de esquema es posible la integración todas las partes y la configuración del conjunto se va modificando al cambiar cualquiera de sus elementos.

En el tema que nos ocupa, esta última filosofía se traduciría en una civilizada y sosegada imbricación de las tradiciones con nuevas costumbres y elecciones personales. Sería lógico y deseable que esto fuera así. Que pudiésemos configurar una sociedad donde cupiésemos todos y todas. Pero no parece ser esta la lógica del proceso evolutivo.

Por eso, el ???sistema??? ni necesita entendimiento, ni lo fomenta. Precisa personas individualistas, competitivas y divididas entre sí. Enfrentadas todas ellas a su vez a enemigos inexistentes, como las personas LGTB, para que esa lucha oculte las miserias del poder permitiéndole perpetuarse y mimetizarse sin que sus sucesivas versiones presenten diferencias radicales.

Notas.:

1-Durante la próxima semana se exhibe en Andragunea una exposición en la que representantes de asociaciones, partidos políticos y personas de Durango apoyan en sus dificultades a las personas marginadas por su opción sexual.

2- La homosexualidad es todavía ilegal en 78 países y en 7 implica la pena de muerte: Irán, Arabia Saudí, y Yemen (Asia); Mauritania, Sudán, y las regiones del norte de Nigeria y el sur de Somalia (África).

Mertxe Arratibel es periodista en andra.eus