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Guerra Santa y Yihad

La tan traída y llevada crisis, un invento para sacar a los pobres del banquete del progreso y reservarlo a la más selecta aristocracia, está dando lugar a una secuencia de enfrentamientos de signo racial que empezó en Chicago en un maratón, y siguieron en Londres, y en París, y se prolonga en la mismísima Suecia, antaño paradigma de la buena acogida a toda clase de emigrantes y refugiados políticos. Con el prólogo de hace unos años escenificado en Noruega por un sádico que quería matar a los cachorros de la clase política de su país en un campamento de verano.

Estremece nuestra sensibilidad ver a un norteafricano en el centro de Londres blandiendo sin ningún rubor un cuchillo de carnicero ensangrentado con la sangre del soldado que acababa de asesinar. Pero impresionan también escenas de matanzas de civiles a mano de soldados americanos o europeos en Afganistán o de civiles palestinos en la franja de Gaza.

Ocurre con demasiada frecuencia, la violencia y el enfrentamiento ahogan en sangre el diálogo y los encuentros en la mesa de negociaciones, y todo intento de arreglo es frenado por el veto de Rusia, USA, China o…. El diálogo de civilizaciones de Rodríguez Zapatero pasó a mejor vida. Y la ONU predica en desierto para hacer callar las armas en Siria, en Israel, en Mali, en tantos frentes abiertos por esos mundos de Dios.

Tal vez las únicas “manos limpias” en este choque de pueblos, religiones, culturas, son las de los africanos subsaharianos. A lo largo de la historia, los habitantes del Africa subsahariana han sufrido los ataques y rapiña y masacres y esclavitud de la parte de europeos y árabes, y siempre han respondido a la violencia con el perdón, la comprensión, la mansedumbre. La guerra se ha instalado en Africa en el siglo pasado y en este siglo XXI como un producto de importación, con la única intención de afianzar el colonialismo y el dominio de los intereses del mundo occidental sobre el continente africano.

Jean-Paul Pougala, un profesor universitario camerunés, acusa a las religiones monoteístas, cristianismo e islamismo, de atizar el fuego de la violencia en Africa, un continente que profesa la religión de la fraternidad universal, Pougala proclama con orgullo que la religión de los africanos es la primera religión de la humanidad, puesto que la humanidad ha tenido por cuna el continente africano.

Es hora de tejer a escala mundial, cada uno en su pequeño mundo, un clima de amistad y diálogo, de colaboración y ayuda mutua. Los inmigrantes que viven a nuestro alrededor están sufriendo más que nadie los estragos de esta crisis: desempleo, desahucios de sus viviendas, hambre y necesidades extremas, pérdida de derechos en sanidad, y los que aún tienen trabajo unas condiciones demasiado duras.

Todo este clima de rechazo nos empobrece a todos, justifica de alguna manera el recurso de los que se sienten perseguidos y tratados injustamente a unos procedimientos de autodefensa injustificables. Se suponía que habíamos superado hace tiempo el clima de la Edad Media, de la Reconquista, de las Cruzadas a Tierra Santa, de la batalla de Lepanto.

¿Acaso estamos volviendo marcha atrás en la historia, de nuevo de camino hacia la barbarie?

Honorio Cadarso es periodista

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