Gabarra para ellas

A María Eugenia Etxebarria, presidenta de la Sociedad Deportiva Amorebieta, le ha salido del alma un grito desde las páginas de ‘El Correo’: “Las mujeres queremos la igualdad en los derechos, y que se puedan visibilizar de verdad todos nuestros logros”.

No se trataba de una exaltación feminista al rebufo del Día Universal de los Derechos de la Mujer, no, sino de algo más banal, o quizá más importante de lo que parece. Nacida en Urritxe, junto al estadio de su pueblo, aficionada y jugadora desde hace 50 años, ese grito le viene de lejos.

Le viene a cuenta de la rabia que siente porque la Gabarra, por ahora, solo sale a la ría cuando ganan algo importante los hombres del Athletic. Y ahora, cuando las chicas del Athletic ganan la Liga, y son capaces de reunir a 35.000 espectadores en San Mamés, cuando los hombres del Athletic no consiguen triunfos como antes, a ellas no se les concede ese mismo honor, no se da visibilidad al deporte femenino.

A la señora Etxebarria no le convence aquello que le dicen muchos y muchas de que el fútbol femenino ni es fútbol ni es femenino. O aquello de que es un deporte más hombruno que otra cosa…

Ella sabe que detrás de esos comentarios se esconde una verdad: mientra el fútbol hombruno acapara subvenciones de la Administración, patrocinio de empresas, petrodólares de Dubai, Katar y otros emiratos, el fútbol femenino está condenado a la invisibilidad y el desamparo, y se promueven para ellas otros deportes más elegantes y como más femeninos.

¿Será quizá por la misma razón que se reservan para las mujeres los lacitos en el pelo, las muñecas, las labores del hogar y el beso al ganador de la etapa ciclista…?

¿Será quizá porque el fútbol ha perdido su condición de deporte rey para convertirse en un negocio, una inversión, rentable y un porvenir halagüeño para los jóvenes que sueñan con ser Ronaldo, o Messi, o jugar en Inglaterra?

A lo mejor a lo mejor, la visibilización y promoción del fútbol femenino podría contribuir a devolver al fútbol a los tiempos heroicos de Pichichi y de Zarra, y ayudaría a la mujer a conseguir la igualdad de derechos con el hombre, a desmercantilizar el deporte y darle un rostro más humano, más “amateur”.

Porque, señores, uno cree que allá donde la mujer aparece, las cosas se vuelven más normales, adquieren unos rasgos más amables, vuelven a ocupar el sitio que les pertenece en la vida de los mortales.

Salvo mejores opiniones, por supuesto…

Honorio Cadarso es periodista