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El colchón de la crisis

Pues no, contra todo
pronóstico y lógica,
el número de inmigrantes
no disminuye, sino que aumenta,
tanto en el Estado español
como en todo el mundo
desarrollado. Uno podría
pensar que dado que el ritmo de
crecimiento de los países
desarrollados se ha visto mermado
hasta un 1,6%, el número
de inmigrantes y sus envíos
de dinero a sus familiares
hubiesen descendido en la misma
proporción.

Pero no ha sido así. En
España los envíos de
dinero de los emigrantes a su
propio país crecieron un
7,2% en 2009, un 1,8% en 2010, y
un 0,1% en 2011. El Estado
español se ha alzado
últimamente al quinto lugar
del ranking de países en
los que los inmigrantes
envían más dinero a
sus familiares, solo por
detrás de Estados Unidos,
Arabia Saudí, Rusia y Suiza.
Se calcula que cada año, los
inmigrantes que trabajan en
España envían a sus
países de origen alrededor
de 7.000 millones de euros.

Tampoco decrecen en el
conjunto del planeta los
envíos de dinero de los
inmigrantes que trabajan en los
países desarrollados a sus
familiares en los países de
origen; en 2011 han crecido un
12,1% respecto al año 2010,
y suman un total de 372.000
millones de dólares; y se
calcula que en 2012
ascenderán a 400.000
millones de dólares.

¿Y la crisis? ¿Y el
desempleo?

Parece que los inmigrantes
están vacunados contra
esos males que dejan fuera de
juego a los nativos. Porque,
primero, no les importa trabajar
por salarios bajos, segundo,
dependen menos del sector
público y del Estado; y
tercero, porque una buena parte de
los inmigrantes trabaja en trabajos
no declarados, en la
economía sumergida, en el
mercado negro de trabajo…

Las cifras oficiales contabilizan
5.711.970 inmigrantes en todo el
Estado, un 12% de la
población, y para Euskadi
144.500, el 6,6%.

O sea que los supuestos
estímulos y ayudas del
Estado español a los
inmigrantes que deseen volver a
su país no han funcionado;
se han marchado unos pocos, pero
han venido quizá
más de los que se
fueron. 

O sea que estos hechos nos
permiten entender cómo
miles de empleadas y empleados
en labores del hogar no han
querido regularizar su
situación laboral y cotizar a
la Seguridad Social. O quizá
será más exacto
decir que sus empleadores se han
negado a pagar las cotizaciones de
la Seguridad Social y han
pretendido que las paguen los
trabajadores…

Pedro Saro, vicepresidente de
Money Gram, de un grupo
especializado en envíos de
dinero al extranjero declaraba el
domingo en un diario
económico que en
España se ha registrado un
descenso de inmigrantes rumanos;
en este caso, al ser
Rumanía miembro de la UE,
los rumanos pueden desplazarse
sin problemas de un país a
otro de la Unión, y prefieren
los países del Centro de
Europa, ya que en España se
habían dedicado
principalmente al sector
más en crisis, el de la
construcción . “Pero excepto
Rumanía, no parece que se
haya marchado mucha gente.”

¿Crisis?¿Freno a
la inmigración?
Quizá habría que
ser más riguroso y serio al
manejar estos conceptos. La
inmigración termina por
crear una bolsa de trabajo al
margen de toda legalidad, y
así favorece la absoluta
desregulación de los
salarios; al mercado negro de
trabajo le sobran reformas
laborales, porque funciona sin
leyes, y pone a disposición
de los empleadores una reserva de
mano de obra barata y
desprotegida.

Desde la perspectiva del
consumo, los inmigrantes
mantienen una demanda de
productos alimenticios y de todo
género, una demanda de
viviendas, unas cuotas de mercado
que sin ellos se habrían
hundido hace tiempo hasta
mínimos insoportables. Con
su nivel de natalidad más
alto que el de la población
autóctona, mantienen
abiertas las escuelas de muchos
pueblos pequeños, y
algunos más grandes, y
sitúan la media de edad de
nuestro país más o
menos razonable.

Uno empieza a estar harto de
que llamen crisis a una
operación que está
desplumando a los pobres y
engordando a los ricos. Uno tiene
la impresión de que los
gurús de los mercados se
han sacado de la manga un
remedio para disimular un poco los
desastres: la inmigración
está haciendo de
colchón amortiguador, de
chaleco antibalas que neutraliza los
impactos de la crisis.

 

 

Honorio Cadarso es periodista

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