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¡Qué pasada!

De ser ciertos los datos que publicaba el diario ‘El País’ sobre los presuntos pagos de sobresueldos irregulares que el tesorero del Partido Popular, el hoy célebre Bárcenas, hiciese a los miembros de la cúpula de su partido, de modo sistemático, durante años, y por relevantes importes, el embrollo destapado me parecería mayúsculo, una auténtica pasada.

Obviamente, y por una elemental cuestión de prudencia y responsabilidad, ni entro ni salgo sobre la posible veracidad de la información en cuestión. ¡Faltaría más! Para eso están, o deberían estar, las diligencias judiciales y las pesquisas de esas comisiones de investigación de cuño político, seculares expertas en el entierro de cuestiones espinosas sin armas demasiado ruido ni jaleo, dejando indemne, por supuesto, a todo implicado.

En cualquier caso, el revuelo que se ha montado es mayúsculo. Los partidos que engrosan la oposición en Madrid, como no podía ser de otra manera, se han apresurado a poner el grito en el cielo. Todos piden explicaciones (qué menos), y hay quien ha pedido, incluso, elecciones anticipadas.

Factores políticos al margen, lo cierto es que, aunque se llegase a conocer algún día que todo lo contado estos días es verídico, seguramente, la mayoría de la ciudadanía se indignaría un ratito y poco más. Justa o injustamente, la imagen que se tiene de los políticos es tan nefasta que muchísimas personas dan por descontado que todo aquél que ocupa puestos de responsabilidad pública y pueda, se proveerá, de un modo u otro, de una serie de ventajas, de manera poco o nada ortodoxa.

La semana pasada, antes de que se desatara este posible escándalo con toda su virulencia, un amigo con familia en otros países de la Unión, me relataba que, al menos en el extranjero, esta sensación de corruptela generalizada que caracteriza al Reino de España, era motivo de mofa y diversión, porque, si bien en todas partes cuecen habas, no es menos cierto que, posiblemente, dejando a Italia al margen, los supuestos de desfalco y espúrea utilización de los recursos generales, se erigen en una deshonrosa excepción entre los países miembros de la Unión Europea.

Con todo, deberíamos resistirnos a resignarnos a dar por hecho que la falta de honradez es un atributo propio de nuestros dirigentes. Hay políticos honrados. Muchos. Muchísimos. Y a ellos les compete, ahora, aprovechando este enésimo escándalo, demostrar que los corruptos, cuando se acredite que lo son, serán erradicados del panorama de la gestión de los intereses colectivos. Y que, además, pagarán por sus fechorías.

Si no fuera así, entonces sí que sería una pasada.

Jon Andoni Bengoetxea es abogado y presidente de la Cultural de Durango

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0 Comentarios

  1. sentzun

    No hay político honrado porque todo el sistema está corrupto. No hay ningún partido, diría más institución, que se esté libre de prebendas, privilegios, chapuzas contables y demás fechorías. El que conoce la irregularidad o el delito y lo consiente es tan culpable como el que lo comete. Démonos cuenta que no manejan su dinero sino el de la comunidad. ¡Ya me dirás quién se libra de esto!

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