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¿Otro mayo del 68 en Francia?

El martes 19 de octubre pasado, tres millones y medio de manifestantes protestaban en toda Francia contra el proyecto del gobierno de retrasar la edad de jubilación de los 60 a los 62 años. De las 12.500 gasolineras instaladas, 4.000 estaban cerradas por falta de carburante, las refinerías de petróleo llevaban cerradas varios días, los estudiantes de la enseñanza secundaria seguían la huelga pretextando que “dos años de retraso de la jubilación suponen un millón de puestos de trabajo de menos”.

El gobierno de Sarkozy, por su parte, mantenía tercamente su proyecto de ley, aunque la votación en el Parlamento, prevista para esta semana, se había aplazado para una fecha no muy definida. Pero algunos partidos políticos, como el Socialista o el Comunista, expresaban sus intenciones de oponerse al proyecto y de proponer soluciones alternativas.

Francia, con sus sindicatos obreros a la cabeza, ha planteado ante Europa y el mundo entero una oposición cerrada y firme a los recortes en la jubilación y en los derechos sociales que ha aceptado frente a una oleada de protestas populares el gobierno de Grecia, que llevan camino de ser aprobadas en el Estado español y que ya hace unos años fueron aceptadas sin demasiadas protestas populares en Alemania. También van a ser aplicados en Portugal, en Irlanda, en casi toda Europa, por mandato de los “mercados”, esos entes extraños en los que se camuflan los que nos han metido en esta crisis y estas burbujaas de las que vamos a tardar mucho  tiempo en salir.

La protesta del martes 19 de octubre, en forma de huelga general y manifestaciones por toda Francia, hacía el número 6 desde la vuelta de las vacaciones de agosto, y el número 9 si se cuentan las que ya se organizaron antes del mes de agosto.

Responsables de la revuelta popular proclaman rotundamente que “nos proponemos bloquear la economía, para bloquear la reforma de la edad de jubilación” o bien “proponemos mantener la jubilación a los 60 años, y para ello que se aumente la cuota de los patronos” o bien: “lo que decide el Parlamento, puede deshacerlo y anularlo la voz de la calle”.

Está claro. El ciudadano no ha renunciado a tomar parte activa en las decisiones de su gobierno, reverdece el sentimiento democrático,  la soberanía popular sale por sus fueros y pretende imponerse a una gestión de los gobernantes que consideran inadecuada. Algo parecido ocurrió en 1968, en aquella Primavera de Mayo que provocó una explosión de la ira contenida en toda Francia, y se extendió a todo el mundo en una revolución romántica que proclamaba “la inaginación al poder”. Acertada o no, la intervención de la calle en contra del proyecto de su gobierno pone en evidencia esa vigencia de los principios democráticos.

No estará de más que los de este lado del Pirineo nos miremos en ese espejo. Aquí hemos vivido una huelga un tanto descafeinada el 29 de setiembre, en el caso de Euskadi partida en dos entre la del mes de junio que protagonizaron sindicatos nacionalistas y un sindicato estatal y la de setiembre, en la que los sindicatos abertzales se abstuvieron de participar.

La pluralidad sindical de Francia: CGT, CFDT y otros sindicatos, no ha impedido que todas las organizaciones sindicales actúen unidas y den vida a un frente común y un programa único de movilizaciones. Más aún, los estudiantes de secundaria se han unido hasta hoy a las distintas actividades, y hay posibilidad de que tomen el relevo a los alumnos de los liceos los universitarios.

Desde el plano político, los partidos de izquierda han adoptado posiciones más o menos acordes con las reivindicaciones sindicales y contrarias al proyecto del gobierno.

Es bien sabido que entre nosotros ha habido casi unanimidad en aprobar las reformas relativas a los contratos de trabajo, con la oposición de partidos de izquierda minoritarios en el Parlamento. La reforma de las pensiones y las demás que van a venir amparadas por los presupuestos generales para el año 2011 cuentan con el respaldo de PSOE, PNV y Coalición Canaria, que será más que suficiente para hacer pasar por el aro a la masa de los trabajadores. Los partidos de izquierda, o no existen, o no se les permite participar en el debate, o son insignificantes y no tienen ningúna incidencia. Es lo que hay…

Tendríamos que reflexionar sobre esta lección de democracia que ha dado Francia y Europa al mundo entero. Astérix y Obélix todavía tienen mucho que enseñarnos… Una segunda Primavera como la del 68 parece que empieza a florecer a las orillas del Sena.
 

Honorio Cadarso es periodista

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0 Comentarios

  1. Honorio

    Gumer: Ya somos dos a soñar con la Primavera, alguno más habrá por ahí. Si sigues los periódicos de París verás que los sindicatos y los partidos de izquierda no tienen ninguna intención de parar las protestas, mientras que Sarkozy intenta desacreditarlas y desactivarlas acusando a los contestatarios de “casseurs” o sea de métodos violentos. Saludos.

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  2. gumer

    ojalá floreciera una segunda primavera, pero lo veo muy complicado. Salud!

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