¿Dónde acaba la democracia?

Victoria Parker disertaba en su última columna titulada “Elorrio”, sobre la ausencia de democracia que se vivió el sábado 11 de junio durante la constitución del ayuntamiento de esta localidad. Vaya por delante que estoy de acuerdo, en líneas generales, con la idea que transmite la columnista. Asistí al pleno de constitución y me pareció una estrategia de amedrentamiento, de demostración de músculo, diseñada para que la envestida alcaldesa y el concejal del Partido Popular sintieran miedo; o acabaran cambiando de actitud y de voto.

Pero no ocurrió. Vaya por delante, también, que en mi opinión, la culpa no la tuvo la coalición Bildu; sino algunos simpatizantes de la misma. Aunque la coalición sí falló en no pronunciarse debidamente tras conocer lo sucedido. Ni Urizar, ni Garaikoetxea, ni algunos pocos que justificaron lo ocurrido recordando los integristas del PP, acertaron. 

Aunque no comparto aquella actitud, considero, a diferencia de Victoria Parker, que lo sucedido sí fue democrático. Y esa sensación tuvieron quienes protestaron de aquella manera en el salón de plenos del ayuntamiento de Elorrio. Fue una manera de canalizar la rabia que tenían, una protesta pacífica, sonora, pero pacífica, respetando el funcionamiento del pleno; una actitud democrática, dirían muchos.  Y yo también creo que fue democrático, aunque lo digo con mucho miedo, porque creo que el concepto de democracia es algo subjetivo y personal, y últimamente se sigue prostituyendo. Recuerden qué significaba la democracia para Franco en tiempos de Franco; y vean cómo ha evolucionado… Hoy la democracia sigue viéndose con prismas diferentes, cada uno con sus binoculares puestos.

Victoria Parker la cita 5 veces, y creo que no concuerdo con la mayoría de sus opiniones: por ejemplo, no es un vocablo vacío de contenido (creo que está bien lleno); no tenemos unos representantes públicos democráticamente elegidos (porque no todos los ciudadanos y ciudadanos han tenido derecho a participar en estas elecciones, en esta democracia, con plenos derechos). Sin embargo, comparto con ella la idea de que “hay voces que claman por transformarla en un instrumento participativo que dé más poder a los sujetos individuales”. Precisamente, fue eso lo que vivimos en Elorrio: sujetos individuales que hicieron uso de sus derechos. Por eso ninguno de ellos fue detenido, ni ninguno de ellos ha sido imputado. 

El problema, creo, es que la palabra democracia la utilizamos como sinónimo de sistema, y el sistema varía en cada contexto. El sistema vigente en Elorrio que construye las actitudes y creencias legítimas es diferente al sistema de Bilbao o Madrid; en cada lugar, cada individuo construye su sistema, que la mayoría de veces, lo comparte con la sociedad que lo rodea. Lo que entra dentro del sistema en uno u otro lugar es democrático, y lo que no, lo antisistema, es antidemocrático. La violencia policial puede ser democrática, una sentada a modo de resistencia contra la violencia policial puede ser antidemocrática; que un corrupto pueda presentarse a unas elecciones es democrático, que alguien se niegue a condenar un atentado es antidemocrático; que a un baserritarra le destruyan su huerta por el supuesto interés general es democrático, que ese baserritarra se niegue a abandonar su huerta es antidemocrático; elegir el canal de televisión que quiero ver en cada momento es democrático, participar en el diseño de la televisión pública es imposible, o sea, antidemocrático; venerar al rey es democrático, criticarlo, antidemocrático; ir a votar cada cuatro años es democrático, organizar un referendum, imposible, o sea, antidemocrático; firmar una hipoteca a 40 años no está prohibido, es democrático, aunque saldar tu deuda con el banco entregando el piso es ilegal, o sea, antidemocrático; que el PP dé al PNV la alcaldía de Elorrio es democrático, que los ciudadanos protesten en el pleno y canten el Eusko Gudariak es antidemocrático. O viceversa, que no es lo mismo, pero es igual.

Julen Orbegozo kazetaria da