“Para que el alumnado dé su máximo rendimiento hay que descubrir qué le motiva”

El camino de Egoitz Etxeandia hacia la docencia no fue en línea recta. Pero cuando este zornotzarra experimentó el trabajo en las aulas, su labor se convirtió en una pasión que ha conseguido transmitir a su alumnado. Ese entusiasmo compartido se ha visto reflejado en el premio Docente Emprendedor del año en España que le ha llevado a optar por ese título a nivel europeo.

El reconocimiento ha sido otorgado por la fundación Junior Achievement, nacida en Estados Unidos en 1914 con el fin de promover la cultura emprendedora entre los jóvenes. Hace unas tres décadas se implantó en Europa con el mismo objetivo dirigiéndose, principalmente, a la enseñanza de Secundaria, Bachillerato, FP, universidades y posgraduados.

“Desconocía su existencia hasta que me llamaron para decirme que alguien, de forma anónima, me había nominado”, recuerda. “Al principio creí que era una broma, pero cuando comprobé que parecía algo serio y que estaba impulsado por la Dirección General de Digitalización e Inteligencia Artificial del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital, me animé a postularme”.

Recorrido académico

Para ello, este profesor de economía –y antiguo alumno– de la ikastola Lauaxeta tuvo que enviar a la organización un portafolio de proyectos, un vídeo currículo explicando su trayectoria y un par de cartas de recomendación “de algún estudiante al que hubiese impactado y de un centro en el que hubiera trabajado”, detalla.

Su candidatura no cayó en saco roto. Unas semanas más tarde “cuando ya lo tenía olvidado” recibió un email para felicitarle por el premio, al que habían optado 26 docentes de entre 140.000 candidatos.

Un reconocimiento con un especial buen sabor de boca para el profesor de Amorebieta, ya que es un concurso al que no se presentó directamente. “Significa que hay alguien que valora todo el esfuerzo realizado en clase, al que se le dedica muchas horas extra y que desgasta mucho”, reconoce.

Proyectos

Esa trayectoria se comprueba en el portafolio que envío al certamen. El documento incluye iniciativas como una mini cooperativa para realizar mobiliario a partir de botellas y latas recicladas, unas bolsas de la compra reutilizables hechas con mascarillas desechadas, o jabones compuestos por el aceite usado en la cocina del centro educativo zornotzarra.

“En los seis años que llevo en Lauaxeta siempre he intentado inculcar un emprendizaje social, basado en una economía circular y no solo en ganar dinero”, describe. “La idea es identificar los residuos que generamos en nuestro entorno y ver cuáles podemos recuperar”.

Pero entre todos los proyectos mostrados ante el jurado destaca el denominado ‘Sleeptile’, que fue premiado en el mismo concurso dentro de la categoría dirigida al alumnado. “Fue una idea que propuse a un grupo de clase que no tenía claro qué hacer”.

Fue el propio Etxeandia quien se percató de que su hijo pequeño “solo se dormía con el traqueteo de las baldosas que hay junto a los pasos de peatones”, detalla. Ante la imposibilidad de salir a la calle durante el confinamiento, decidió realizar un versión casera en su impresora 3D y colocar varios de ellos en el suelo de la habitación del pequeño. “Fue mano de santo”, afirma.

Este producto fue transformado en formato empresa por uno de sus equipos de alumnos. Tras presentarse al concurso logró llevarse el premio nacional, lo que ha supuesto una especie de doble reconocimiento para el zornotzarra.

Hacia la enseñanza

Pero a pesar de los frutos cosechados en el aula, Etxeandia llegó a la docencia despues de dar muchas vueltas. Estudió diseño de productos mecánicos y trabajó en una oficina técnica dentro del sector de la automoción.

Desde ahí le ofrecieron formarse en Administración y Dirección de Empresas (ADE), donde le enganchó el mundo de la economía. Posteriormente realizó un master en la Universidad de Nevada y acabó trabajando en la Cámara de Comercio en Ecuador.

En este país sudamericano conoció el proyecto ‘Teach for All’ con sus métodos de enseñanza innovadores. Este modelo, dirigido a los colectivos más vulnerables, le trajo de regreso hasta el colegio Martín de Bertendona de Bilbao tras formarse como profesor. Su trabajo allí llamó la atención de la dirección de Lauaxeta, que le ofreció un puesto.

Motivación

“La vocación y la motivación por tu profesión puede surgir con el día a día, porque yo tenía descartado ser profesor”, reconoce. “Pero he comprobado que si sientes entusiasmo por lo que haces, se lo puedes transmitir a tu alumnado”, defiende.

Una pasión que, en su opinión, no se debe centrar solo en la materia a impartir, “sino en conocer a los estudiantes que tienes delante y dejar de valorarlos solo por su rendimiento académico”.

“Hay que esforzarse en descubrir qué les motiva y lograr tocar ese botón que llevan dentro para que den su mayor rendimiento. Para ello es necesario paciencia, empatía y no dejar de apostar por ellos”, garantiza.