Mestizaje

Por aquí he aparecido
recientemente, entrevistado con
motivo de un evento relacionado
con mi gran pasión.

Realmente ni sé, ni me interesa
conocer el alcance, el eco o la
repercusión que hayan tenido mis
palabras más allá del círculo
habitual en el que me muevo. Doy
por seguro y más natural que las
personas que visitan esta web
centren su interés en el servicio de
autobuses a Vitoria-Gasteiz o en
los atentados anónimos contra la
vida de perros que llevan algunas
especies caninas de la localidad.

Indudablemente, a mí
me molesta tanto pisar la caca de
un chucho como a ciertos peatones
les pueda incomodar que yo les
supere ???a traición??? con mi bicicleta
circulando por encima de la acera,
aunque lo primero sea inadmisible
mientras que lo segundo está
permitido en función de las
características de esta última.

Cuando uno es tan
solamente ???loco bajito??? y no ha
comenzado a tener problemas de
acné y otros más generales, se
queda siempre con detalles porque
se fija mucho más en las cosas y la
curiosidad que se siente es
superlativa.

Sin saber a
ciencia cierta si habré superado el
estadio que acabo de mencionar,
siempre me llamó la atención la
contextura del Bar Guria. Tenía dos
accesos y daba a dos calles, Andra
Mari y Kanpatorrosteta, tan
diferentes entre sí que cuando te
atrevías a traspasar aquella
taberna, cuando no te viera el
camarero de la barra, por si acaso,
casi cambiabas de mundo. A un
lado el bullicio en las bocacalles
más famosas de Durango y al otro
lado, la paragüería de José y el
soportal del majestuoso cine
Astarloa, un hueco sombrío, a
excepción de los fines de semana.

Quedan actualmente
algunos establecimientos de
similares características entre
ambas arterias de la localidad,
pero ya no es lo mismo.

Entonces era como pasar de la
zona umbría a la parte luminosa.
Había que arriesgarse en la
travesía, pero pensábamos que
merecía la pena, por no tener que
dar toda la vuelta. Resultaba un
entretenimiento, un desafío, una
apuesta entre aquellos que aún
vestíamos pantalón corto.

Tal vez, lo mejor para nosotros
hubiera sido quedarnos un rato
dentro, para escuchar las
conversaciones de los mayores y
conocer mejor su mundo. También
para convertirnos en fumadores
pasivos o aprendices de jugadores
de mus. Y luego salir por la puerta
contraria y contemplar el mundo
con otros ojos, con una visión
diferente, con una percepción
dispar.

O, en lo
máximo del colmo o, siempre
mejor, de la fortuna, me imagino
entrando por un lado y saliendo
por el otro desteñido, o teñido,
mulato o cobrizo, o amarillo y mis
compañeros de andanzas, en lugar
de decirme que me vaya a cagar
por estar de ese color, me
preguntaran lo que se siente al
transfigurarme.

Ninguno de nosotros debería
renunciar a sus ideas aunque el
resto mude a nuestro alrededor o
dentro de nosotros mismos. Lo
importante es obtener de todo eso
un mestizaje mental (open mind)
que nos permita asimilar,
entender, aceptar y respetar
aquello que a primera vista se nos
pueda antojar sorprendente o sin
encaje definido.

Ese es
el futuro. No se trata de raza, color
de piel, religión o identidad sexual
porque el camino pasa
indefectiblemente por que seamos
todos mestizos…de mollera.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.