Durango ya no tiene tren (visible)

Voy a pecar de original y, para
variar, voy a poner sobre el tapete
el soterramiento de las vías
del tren a su paso por Durango.
Pero voy a hacerlo desde un punto
de vista puramente sentimental,
no en vano he pasado toda mi
vida, como todo durangués,
esperando cada día, un rato
sí, y al otro
también, al lado de la
barrera de uno de nuestros pasos
a nivel, ver llegar a un tren y, para
mi desesperación, la
partida de otro.

Estos días, nos han
recordado hasta la saciedad
cuántos minutos a la hora
el tráfico ferroviario
paralizaba, hasta el colapso,
nuestra Villa. Y creo que todos
hemos experimentado un profundo
sentimiento de liberación al
darnos cuenta de que esta vez un
paso a nivel con un
semáforo en rojo no se
interponía entre nosotros y
nuestro destino. De hecho, no
termino de acostumbrarme a tanta
falta de incomodidad. Sobre todo
cuando a lo largo de esta semana
he circulado en coche por Durango,
seguía pensando en
cuál era la mejor ruta a
seguir para eludir el engorro de la
barrerita bajada y su
monótono soniquete.
  

Pero si he de ser justo, no
puedo obviar que también,
como todo durangués, con
niños pequeños a su
cargo, en algún momento,
he visto como el cansino
tránsito de la
máquina y sus vagones,
seguido de un sonoro
???¡ Begira,
trena!??? ha surtido el
mágico efecto de acabar
con el amago de rabieta, o,
simplemente, con el aburrimiento
de alguno de mis hijos. Hemos de
reconocer que estos trenes, con su
solemne traqueteo, y vistos tan de
cerca, han actuado a menudo como
bálsamo milagroso contra
el desconsolado llanto de los
bebés.

Y qué decir de las
emociones que el enojoso paso del
tren ha traído a nuestra
vida. Quien más o quien
menos, seguro que en alguna
ocasión, todos ???nos
la hemos jugado???
acelerando nuestro coche justo
antes que las barreras rojiblancas
terminaran su proceso de
descenso, o colándonos
ágilmente entre el hueco
que éstas dejaban cuando
permanecían en
posición horizontal, mirando
a izquierda y derecha, y calculando
la cercanía de la
locomotora, previa
verificación de que no se
veían niños a la
redonda, por aquello de no dar un
mal ejemplo.

En fin, que el paso del tren, de
muchos, muchísimos
trenes, por las visibles vías
y catenarias, forma parte del
acervo cultural que cargamos en
nuestra mochilas muchas
generaciones de durangueses. Y
me da, incluso, pena, que a los
más pequeños, en
un futuro no muy lejano, la
estampa del tren cruzando
Durango, por su mismísimo
centro, les suene lo mismo que a
nosotros los
???Chiripitifláuticos&rdq
uo; de aquella televisión en
blanco y negro que tenía un
solo canal. 

Jon Andoni Bengoetxea es abogado y presidente de la Cultural de Durango