Fábula de una hipoteca

Se casaron por su cuenta, sin
papeles, en los años de las
vacas gordas: él
tenía un título
universitario y un puesto de trabajo
relacionado con Obras
Públicas bien remunerado;
ella había abierto una
tienda, una “boutique”
decía ella, una
herboristería de hierbas y
cosas naturales, y como tuvo
éxito abrió una
boutique más.

Tuvieron tres hijos seguidos,
compraron un terrenito y se
hicieron un chalecito, él se
compró un todoterreno y
ella otro. Y proyectaron casarse,
pero no en su tierra, en unas islas
del trópico, justo cuando
asomaron los primeros indicios de
una cierta inestabilidad
económica y las ventas en
las boutiques comenzaron a bajar.
Y renunciaron al viaje y a la boda,
de momento.

Los banqueros les visitaban y
agasajaban con frecuencia para
animarles a gastar, y gastar y
gastar. Los banqueros que los
visitaban y agasajaban
soñaban con escalar puestos
en su banco, subir a directores de
sucursal, o más
aún, a altos consejeros…
Sabían que aquella pareja
estaba gastando más de lo
aconsejable, pero los banqueros
iban a lo suyo… En esta
fábula que estamos
contando todo el mundo va a lo
suyo.

Y vinieron las vacas flacas. Y
ella ya no podía atender las
tiendas, porque los tres
niños le daban mucho
trabajo, y además las
ventas bajaron de repente.
así que, cerró una
de las dos tiendas, y
terminó por traspasar la
otra, y tuvo que pedir dinero a sus
amigos para pagar los pufos que le
quedaron, porque la gente ya no
compraba hierbas, sino acelga,
puerros y cosas elementales…

Y a él le anunciaron
que le iban a rebajar el sueldo,
porque las Obras Públicas
ya no dan tanto trabajo como
antes. Y los bancos que
antes les reían las fiestas
no les perdonaron ni un
céntimo de la deuda, ni les
alargaron los plazos de pago,
porque los bancos iban a lo suyo,
como siempre. Y tuvieron que
echar mano de su madre
política para que cuidase a
los niños, y de los ingresos
de la pensión de la madre
política para ir tapando
agujeros y poder salvar el
presupuesto familiar mes a mes.

¿Seguirán los
héroes de nuestra
fábula pagando las letras
pendientes de los dos coches, el
chalet con terrenito a las afueras
de la gran ciudad, el presupuesto
familiar? ¿Estarán
los bancos preparando el
último asalto para reclamar
al juez que se les expropie el
chalet en el que viven para poder
cobrarse los créditos
pendientes?
¿Seguirá la madre
política ya anciana
haciéndose cargo de los
nietos, quitándoselo de
comer ella para ayudar
económicamente a sus
hijos necesitados? ¿La
empresa que va a rebajar el suelo
al “cabeza” de familia
terminará quizá
despidiéndolo del todo por
falta de trabajo mediante un ERE
de esos, o sin ERE, por la brava,
como hacen algunos?

Todo esto lo sabíamos
los mayores cuando nos
enseñaron en clase de
religión aquella historia de
José el sabio ministro del
Faraón, que cuando las
vacas gordas amontonó
 trigo y reservas de todo en
grandes almacenes de Egipto, y
luego pudo alimentar a su pueblo
en los años de vacas flacas.
Pero tuvimos que aguantar la
acometida de los mass media, de
la publicidad, que nos ha venido
forzando años y años
a consumir, a gastar, a meternos
en créditos a ojos ciegas.

Seguramente muchas de las
familias que hoy sufren paro y
dificultades económicas no
son como esta de nuestra
fábula. Seguramente la
inmensa mayoría han vivido
y gastado con moderación y
con sentido del ahorro y la
previsión para este
momento de agobio que viven
muchos de nuestros
conciudadanos.

Hoy toca cerrar filas para
ayudar a los que sufren. Y toca
también aprender del
pasado, para no repetir los
posibles errores que nos han
traído hasta aquí.

Honorio Cadarso es periodista