Consumo responsable (de alimentos perecederos)

Acabo de leer en la
???competencia???
(DEIA.com) que según un
informe del Instituto de Ingenieros
Mecánicos
Británicos, la mitad de los
alimentos que se producen en todo
el mundo, equivalente a 2.000
millones de toneladas, van a la
basura, y, tal cual, se me han
revuelto las tripas.

Así, de botepronto,
sólo se me ocurre poner un
grito en el cielo, porque esto no
puede, no debe, ser verdad. Y si lo
fuera, sería muy complicado
entender qué demonios
ocurre para que esto sea
así.

Claro que, con más
pausa, y pensando con un poquito
de sosiego (y leyendo entera toda
la reseña), pueden llegar a
comprenderse algunas de las
situaciones que desembocan en
este delirante despropósito.

De entrada, estaremos todos
de acuerdo en que el mundo se
producen, y adquieren, muchos
alimentos cuyo consumo se
encuentra sujeto a una fecha de
caducidad, y que, como
consumidores, hemos adquirido,
por mor de una búsqueda
de lo saludable, una cultura
extremadamente beligerante
frente a la ingesta o
utilización de productos que
no se encuentren en perfectas
condiciones, y, más
aún, frente a los
caducados. 

Es comprensible, por lo tanto,
que nos hayamos dotado de un
riguroso y severo marco legal en
materia de empaquetado de los
comestibles que adquirimos, y que
hayamos elevado el nivel de
exigencia cualitativa de cuanto
ingerimos.

Y, por supuesto, un alimento o
bebida caducados, deberían
serlo para todo bicho viviente, y su
único destino razonable no
es otro que un montón de
basura. 

¿O no? No me
malinterpreten. No piensen,
siquiera, que estoy insinuando que
los estómagos y los
sistemas inmunológicos de
los desheredados, de los
más necesitados,
deberían poder con
cualquier cosa. Me refiero a otra
cosa bien distinta que me he
cuestionado en múltiples
ocasiones. ¿Estamos
seguros de cuáles son,
exactamente, los criterios que dan
lugar a determinar que la fecha de
caducidad de un producto es,
precisamente, esa y no otra una
semana posterior? ¿Se
curan los productores, en salud, y
en evitación de futuras
responsabilidades, a la hora de
fijar el límite del consumo
razonable de estos alimentos
perecederos? ¿O, pensando
mal, no interesa, para aumentar su
consumo, que las fechas de
caducidad de los alimentos
representen plazos muy cortos que
van más allá de la
búsqueda de la seguridad
alimentaria?

Reconozco que no tengo ni
puñetera idea de este tema.
Pero sí sé que me
he comido algún que otro
yogurt caducado y aquí
sigo, dando guerra. 

Cosa distinta es otra que se
señalaba en la
información a la que antes
hacía alusión: que,
en el caso del Reino Unido, un 30
% de los vegetales no se
cosechen, dado que su aspecto
haría más
difícil su venta en los
mercados, o que quienes
comercializan los alimentos exijan
que su apariencia sea
???perfecta??? para
poderlos vender a un determinado
precio.

Con las cosas de comer no se
juega, y menos si el
???juego??? consiste en
que medio mundo desperdicie
miles de toneladas de comida,
mientras el otro medio pasa
hambre, y muere por
inanición. 

Por ello estoy absolutamente
de acuerdo con la
conclusión a la que llega
este informe del Instituto de
Ingenieros Mecánicos
Británicos, y por ello me
tomo la licencia de reproducirla, tal
cual me la he encontrado, sin
cambiar un punto o una coma,
porque acierta en lo esencial: ”
(???) los Gobiernos, las
agencias de desarrollo y
organizaciones como la ONU deben
trabajar juntas para ayudar a
cambiar la mentalidad de la gente
y desalentar prácticas
derrochadoras por parte de
granjeros, productores de
alimentos, supermercados y
consumidores???.

AMEN.

Jon Andoni Bengoetxea es abogado y presidente de la Cultural de Durango