Más sobre los teléfonos móviles

A veces un tema está tan trillado que apenas queda margen para intentar mejorarlo. Otras veces no hay camino que nos señale una adecuada dirección y no hay otra alternativa que ponerse a investigar. No es este último el caso del Gobierno Vasco porque acerca de la utilización de los teléfonos móviles, tablets y otros artilugios electrónicos, listos como ellos solos, en numerosos países han entendido que su uso supone una distracción en el proceso de aprendizaje y una falta de respeto al profesorado.

Y no son países de chichinabo –en el supuesto de que exista alguno de esas características– ya que Alemania, Australia, Canadá, Francia, Italia,  Luxemburgo, Países Bajos, Portugal, Suecia, Suiza… han legislado al respecto con medidas claras y contundentes acerca de este tema.

Claras porque varios de esos países han prohibido la utilización de “los móviles” durante las clases, recreos y en el interior de los edificios escolares, y contundentes porque la norma es taxativa. No a la utilización dentro de los centros de enseñanza de móviles, tablets y teléfonos inteligentes, incluso algún país de los citados faculta al profesorado a recoger estos dispositivos del alumnado al comienzo de la jornada.

Y entre tanto ¿que hemos hecho aquí, en el País Vasco, tan aficionados que somos a compararnos con la media europea (no con lo mejores, sino con la media)?

Naturalmente me estoy refiriendo a lo que han hecho nuestras autoridades en la materia, es decir al Gobierno Vasco. Respuesta basada en la actitud que tomó Poncio Pilatos, prefecto de la provincia romana de Judea, cuando los sumos sacerdotes escogieron la liberación de Barrabás y la crucifixion de Jesucristo cuando manifestó refiriéndose a la crucifixión de Cristo: “No soy responsable de la sangre de este hombre”.

Salvando las evidentes diferencias entre ambas acciones, la de Pilatos y la de nuestro Gobierno autonómico, dejando a los centros educativos que manejen este asunto como mejor les venga, es evidente que esa decisión –a lo Pilatos– revela en el mejor de los casos una comodidad manifiesta y en el peor, que es el más probable, una falta de luces solo comparable a las de un barco contrabandista navegando de noche cerca de la costa.

Rafael Hidalgo