1.000 mujeres asesinadas desde 1999

El pasado sábado Madrid vio la
manifestación más importante que se haya
celebrado contra la violencia de género, a la
que podemos llamar también violencia
machista si prescindimos de eufemismos.
Digo que lo vio Madrid porque el reflejo que
de ella ofrecieron los medios de
comunicación resultó más bien irrelevante,
por lo que fuera de esa capital obtuvo un eco
escaso.

Y eso que hablamos de uno de los más
graves problemas que soporta la sociedad.
Un feminicidio que no cesa y del que este
pasado fin de semana y en lo que llevamos
de semana se han vivido nuevos episodios.

Al menos, la multitudinaria marcha ha
supuesto una demostración de músculo del
movimiento feminista, que se presenta muy
activo en torno a este problema, y a los
traídos y llevados cambios legislativos en la
ley del aborto. Ambos aspectos han
experimentado un retroceso que, como único
efecto positivo, ha acarreado la revitalización
del movimiento, junto con la incorporación de
las más jóvenes.

La asociación Andereak
organizó recientemente una jornada sobre la
violencia machista, a la que
acudimos cerca de una treintena de mujeres.
El objetivo era hacer un balance de la ley
integral, que el año pasado cumplió diez
años. Se quería también analizar los
recursos de que se disponen más allá de las
medidas de protección previstas en la
norma. La jurista María Naredo ofreció la
visión experta.

Entre los muchos datos y reflexiones que
se analizaron, yo destacaría que la ley, por
sus carencias, deja impunes muchos casos
de violencia machista. Además, la mayoría
de las medidas que las administraciones han
puesto en marcha son de corte meramente
asistencialista, cuando estamos hablando de
una cuestión de derechos humanos. En
efecto, se trata de la opresión que un grupo
dominante (hombres) ejerce sobre un grupo
dominado (las mujeres) en virtud del poder
que el patriarcado les concede desde tiempos
inmemoriales. De ahí que las que mueren
cada fin de semana como resultado de la
violencia familiar sean mujeres.

Falta pedagogía, presupuesto y
medidas efectivas. Y ante este
panorama, a muchos hombres y mujeres lo
único que les preocupan son las
denuncias falsas que, según los informes de
la Fiscalía General del Estado, representan
un insignificante 0,005% del total.

Para centrar el asunto veamos los datos
de la 15Mpedia: en la última década han
muerto en el Estado 700 mujeres por
violencia de género. Cada año se registran
unas 140.000 denuncias por delitos o faltas
de violencia machista y 840.000 niños la
padecen. Desde el año 1999 hasta hoy,
más de 1.000 mujeres han sido asesinadas
(fuera de los registros hay muchas más),
entre ellas Ofelia
Hernández, aquí mismo, en
Durango, el 15 de enero de 2005. Por otra
parte, la pareja de Gabriela Arosemena
ingresó en prisión el pasado año por
???detención ilegal??? después de que la joven,
a la que había encerrado en un piso, cayera a
la calle y muriera en esta misma localidad.

A mí lo que me alarma es que muchas
mujeres que sufren maltrato callen o que las
denuncias no sean eficaces por las lagunas de
la ley y la indiferencia de la administración
para enmendarla. Reconozco que nos
encontramos ante un tema complejo al
tratarse de conflictos entre allegados, en los
que intervienen factores emocionales y de
otro tipo, pero eso no le resta un ápice de
urgencia ni de importancia.

Me preocupa también que, como explicó
María Naredo, para las administraciones este
tema no sea una cuestión prioritaria. No
suponga un compromiso que se traduzca en
dotaciones presupuestarias. Las
declaraciones de intenciones están bien pero
no son suficientes: se precisan fondos para
desarrollar iniciativas.

Según enumeró la jurista, falta que el
Estado se erija en titular de obligaciones para
con las vícitmas más allá del asistencialismo,
faltan también recursos sociales con
perspectiva de género, falta inversión en
campañas de concienciación permanentes,
falta desarrollar planes de coeducación en
todos los colegios.

Y es que el tema de la violencia no se
puede aislar de la visión patriarcal de la
realidad, en la que hunde sus raíces. Dicho
de otro modo: no se puede acabar
con la violencia machista mientras el
sexismo sea la doctrina en la que las
personas nos educamos y
socializamos. Todos los esfuerzos
son bienvenidos aunque ???a la vista está- la
tarea es todavía ardua y exige que las
personas concienciadas nos sigamos
movilizando. Tenemos otra oportunidad el
próximo día 25.

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Mertxe Arratibel es periodista en andra.eus