Toda una vida en las barracas

Una profesión singular y, sin embargo, “poco reconocida”. El vecino de Matiena Pablo Gómez Sanz es feriante por tradición familiar y visita cada año Durango en los ‘Sanfaustos’ con sus autos de choque.

Pablo Gómez, de 43 años, llegó a Matiena un poco por casualidad. Nació en Bilbao. Sus padres, también feriantes, visitaban a menudo los pueblos de la comarca y se enamoraron de ese barrio abadiñarra cuando empezó a crecer urbanísticamente. En 1972, compraron un piso y plantaron allí su base de operaciones. En la avenida Trañabarren, su arteria principal, creció Pablo, condicionado por una tradición familiar ya heredada de sus abuelos, al punto que, “de una forma natural”, fue tomando el relevo a sus progenitores en el negocio. Los autos de choque instalados estos días en el solar de la antigua Laminación son suyos y de uno de sus hermanos. Sus otros dos hermanos también son feriantes.

Las historias de circos y negocios itinerantes evocan vidas bohemias. Un mito alimentado quizás también por el recuerdo adolescente de aquellos jóvenes barraqueros de acento extraño y aspecto estrafalario venidos de lo que entonces se consideraban tierras lejanas.

Tradición familiar

Pero este romanticismo, si es que alguna vez ha existido, es ya cosa del pasado. La vida de Pablo se parece a la de cualquiera con la casi única diferencia de un trabajo muy absorbente, en el que cuesta bastante más conciliar familia y profesión. El está soltero pero destaca que su hermana tiene que hacer verdaderas carambolas para encontrar quien se ocupe de sus hijos cuando está fuera de Durango.

Y eso que no hacen grandes desplazamientos. Se mueven por Euskal Herria. De ahí el hecho llamativo de que los avisos que cuelgan de la carpa sobre los coches estén en euskera y castellano. Dentro de los territorios vascos, Durangaldea ocupa un lugar destacado en su calendario anual. En especial, Zaldibar a donde su madre se desplazó durante 65 años continuadamente.

Conserva una anécdota a este respecto. “Mi madre tiene ahora 77 años y llevaba yendo a Zaldibar desde los 12 años. En una ocasión, discutiendo sobre qué feriante era más antiguo, un concejal jubilado de Zaldibar la señaló a ella, ‘la de los autos de choque’. La veía en las fiestas desde niño”. Aparte de esta atracción, su madre ha regentado también de una churrería y una tómbola.

“A veces nos colocan en auténticos patatales”

Aunque Pablo para ahora menos por Matiena y hace vida en Bilbao, está perfectamente al corriente de todas las novedades de la comarca. Sobre todo, de las son urbanísticas. Sueña con que acondicionen el terreno ganado a las vías en la estación de Durango y en un futuro se instalen allí las barracas.

No se queja del emplazamiento actual, a pesar de su alejada situación del centro, de la suciedad del suelo y del aspecto desolado que ofrecen las ruinas industriales circundantes. Con todo, cree que los ayuntamientos deberían tener más consideración, no ya hacia los feriantes, sino hacia sus vecinos, a la hora de buscar terrenos adecuados para las barracas. “A veces nos colocan en auténticos patatales y no se dan cuenta de que es luego la gente la que sufre las malas condiciones de los solares”.

¿Los autos de choque, siguen siendo el lugar donde ligan los adolescentes? “No”, ríe. Los tiempos han cambiado. Los jóvenes prefieren los locales a las barracas y salen menos a la calle. “Hacen vida de cartujos”, bromea. Además, tienen gran cantidad y variedad de entretenimientos y opciones de ocio.

Todo lo contrario a lo que ocurre con las barracas, donde aparentemente nada cambia (ningún rastro visible de la era digital) y el tiempo parece haberse detenido.

Quizás por eso, y porque los buenos recuerdos que anualmente despierta este pequeño parque de atracciones se transmiten de generación en generación, su presencia forma parte indiscutible del paisaje de la fiesta.