Zorionak Iurreta!

Primero fueron las anteiglesias; Durangaldea es, desde por lo menos la Alta Edad Media, un conjunto de anteiglesias. Más tarde se crearon algunas villas, como la de Durango o Elorrio, que forzosamente tuvieron que tomar parte del espacio ocupado por las anteiglesias vecinas.

Crecieron las villas, y ambicionaron más espacio geográfico para seguir expandiéndose. Finalmente, la anteiglesia de San Agustín de Etxebarria desapareció del mapa en beneficio de la villa de Elorrio. Y en la década de 1920, con la Dictadura del General Primo de Rivera, Durango se anexionó Iurreta, multiplicando por varias cifras su territorio anterior.

Corrían los años 1980, muerto ya el Dictador Franco, y todavía los aitites de Iurreta recordaban la revuelta y protestas que se produjeron entre los vecinos de Iurreta por la anexión a Durango impuesta a la fuerza y contra la voluntad de los iurretarras. Y desde las instancias populares, desde los grupos políticos surgidos entre los vecinos de la anteiglesia, se recuperaba la vieja reivindicación de la desanexión; primero, desde los colectivos más a la izquierda, más tarde desde todo el espectro político. El debate, en ciertos momentos un tanto apasionado, provocó algunos roces en el interior de cada partido entre los grupos de Iurreta y de Durango.

Finalmente, las aguas volvieron a su cauce, se impuso el diálogo, la negociación, la urgencia de encontrar una salida. Los debates alcanzaron a las Juntas Generales de Vizcaya, y las negociaciones entre la Junta provisional de Iurreta y el Ayuntamiento de Durango fueron conducidas con buen sentido.

El acuerdo llegó; lo más doloroso para Iurreta fue desprenderse de la zona de Landako que formaba parte de su término municipal. Por aquellos años, Usánsolo pretendía también desanexionarse de Galdakano. Se habían producido en tiempos anteriores otras muchas anexiones, además de la de San Agustín de Etxebarria a Elorrio o la de Etxano a Amorebieta-Etxano. Pero las Juntas Generales sólo dieron vía libre a la de Iurreta.

Visto desde hoy, este gesto de las Juntas Generales se nos antoja como un reconocimiento de las razones históricas que avalan a la anteiglesia de Iurreta, y de la firme voluntad de sus vecinos de defender a capa y espada su entidad diferencial y de asumir las consecuencias de su demanda.

Iurreta tenía, tiene en su haber, el honor de haber preservado contra todo intento privatizador sus montes comunales, propiedad de sus cofradías, que en los momentos previos contribuyeron con las rentas que producían a obras de mejora como el campo de fútbol y otras. Iurreta tiene en su haber un grupo de danza que se ha mantenido en los caseríos y en los barrios gracias al empeño de todas las familias. Y justamente han sido sus componentes, jóvenes de hoy o dantzaris de tiempos pasados, los que han guardado con más empeño el fuego sagrado de los derechos de la anteiglesia.

Partida en dos por la N-634, en tres por la autopista A-8, con una carga de industrias entre las que se cuentan algunas bien molestas y malolientes, Iurreta se recupera de las heridas sufridas durante más de 60 años de anexión. Ya no es aquella anteiglesia compuesta de caseríos con una economía cien por cien agraria; su núcleo urbano acoge un buen porcentaje de emigrantes del sur de la península, y últimamente del este de Europa y del Africa magrebí o subsahariana. Pero sigue siendo la anteiglesia que fue, desarrolla un esfuerzo singular para integrar tantas diversidades en un solo ser, en esa corriente de cultura y valores que heredó de sus antepasados y que restauró al reconquistar su propio Ayuntamiento.

Es todo un arte saber conservar y revitalizar la herencia cultural del pasado con un sentido de la modernidad, mantener la identidad de una anteiglesia medieval en un mundo globalizado. Zorionak, Iurreta!

Honorio Cadarso es periodista