Reino de este mundo

Jesús debió decirle a Pilatos algo así como: “Mi Reino no es de este mundo”. ¿Es la Iglesia católica un Reino de este mundo? Tiene un estado, mínimo, pero estado, un rey al que llamamos Papa, un senado al que llamamos Colegio cardenalicio, una Corte llena de grandes obras de arte cuyos cortesanos visten con la magnificencia y los capisayos del Renacimiento.

Quizá la definiría mejor aquello de que la Iglesia es una sociedad humana, muy humana, con una dimensión trascendente que algunos llaman divina. Lo de humana ha quedado comprobado la semana pasada con los sucesos de Granada y algunos curas acusados de pederastia, y con una rueda dee prensa en la que el Obispado de Bilbao, con su Obispo Monseñor Iceta a la cabeza, han rendido cuentas del ejercicio del año pasado, y han explicado que cada vez reciben menos del IRPF porque cada vez son menos los católicos que declaran ser católicos en su declaración de la renta.

Lo de sociedad divina se acredita con las obras de caridad que la Iglesia ejercita por el mundo entero, y con los discursos a favor de la  paz y el perdón a los cuatro vientos. Domingo tras domingo la Iglesia recuerda a sus fieles los hechos y las palabras del evangelio. Y casi a diario su Jefe supremo, el Papa Francisco, no se cansa de reclamar una mayor atención del mundo a los pobres, a los desempleados, a los emigrantes, y de denunciar los abusos de los grandes gurús de la economía y las finanzas.

La prensa ha comentado meses atrás que la Mezquita-Catedral de Córdoba pasó a ser propiedad de la Iglesia de Córdoba mediante el pago de 35 euros para registrarla como propiedad suya, y que recibe de las visitas de los turistas unos cuantos millones al año. Otra gran Mezquita-Catedral, la de Santa Sofía de Constantinopla, ha sido convertida en monumento nacional por el gobierno de Turquía, que ha obligado a cristianos y musulmanes a renunciar a ese monumento. Lo cual que no pocos musulmanes y ciudadanos españoles reclaman que la Mezquita de Córdoba siga el ejemplo del gobierno de Turquía y de la Basílica de Santa Sofía de Constantinopla.

Y suma y sigue. Esta es la Iglesia, un cruce extraño y a veces contradictorio de mensajes del cielo, de mensajes de amor al prójimo, y gestos muy humanos, quizá demasiado humanos.

Honorio Cadarso es periodista