Las pupilas bailan

Entramos en el invierno y el pueblo eligió y comenzado el verano hemos vuelto a las urnas.

Vistos los resultados, diríase que a la hora de la verdad la mayoría ha preferido seguir viviendo incapacitado, que tratar de soltar las muletas y caminar. Porque la alternativa ante muchos ojos sería insoportable: suicidarnos.

Así que, al expresar nuestras últimas voluntades, hemos dejado que otros decidan por nosotros cómo y cuándo nos aplicarán la eutanasia, o lo que es peor, dejarán que nos muramos de asco.

Un caso que el mismísimo Sherlock Holmes estaría entusiasmado de poder indagar, tan importante que se trata de una emergencia nacional, como aquél asunto de estado que investigó, descubriendo que el destripador de Londres era alguien muy cercano a los ámbitos del poder.

Para la ocasión, no se trata ni del hígado, la vesícula o el páncreas. Nos han vaciado el cerebro y a pesar de contar con todo un doctor como Watson en sus pesquisas, no ha podido oir de su boca otra cosa que “las pupilas bailan justo después de la muerte”, manifestación que no convence del todo, porque lo más interesante que se podría extraer es que nuestro buen médico añadiera que las pupilas estaban dilatadas, prueba inequívoca de que todos nosotros, los zombies, dejamos este mundo por una sobredosis de “opio del pueblo” coloreado rojo amapola.

Lo curioso es que el último informe de que dispongo, confirma que en España ha aumentado el número de ricos y la única explicación lógica que encuentro es que será porque todos los viernes alguien resulta agraciado con el cuponazo de la ONCE. Teoría  para la que no se precisa utilizar la lupa de Sherlock. O tal vez no leí bien y lo que decía era que lo que ha crecido han sido los números de los ricos, en sus cuentas de los paraísos fiscales.

En definitiva, que siendo un gran creyente en la suerte, si no me toca la lotería pronto, voy a renunciar a creer que cuanto más duro trabajo más suerte tengo.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.