La pájara

Así que, los tertulianos se sientan alrededor de una mesa ante un micrófono, en el estudio de radio. Los lunes los ciudadanos X, Y, Z. Los martes los ciudadanos B, C, D, y así sucesivamente.

Les escuchamos hablar (¿para qué?) y da la impresión de ser una cuadrilla de amigos discrepando sobre unos temas propuestos de una manera tal, que parece que lo hacen en un txoko, olvidando que al otro lado de las ondas emitidas existen personas receptoras.

Y con sus circunloquios y haciendo gala de sus doctos conocimientos históricos, jurídicos y demás, intentan manifestarse uno más listo que el otro, o tener uno más razón (odiosa palabra) que el otro. Te llega un ladrido del perro de la vecina y al instante regresas al mundo real. ¿Dé que narices están hablando estos individuos que le pueda interesar al resto del mundo? Te imaginas una casa del gran hermano en la que cada cual arranca una hoja del calendario de El Mensajero, y se remite a la frase de alguna celebridad para desentrañar su significado y su moraleja: de Santo Tomás de Aquino, Gabriel García Márquez, Pablo Picasso…

Porque además, si demuestras cierta fidelidad al programa aunque sea para mantenerte despierto por la mañana, ante la mayoría de los temas a debate, cuando se bajan de la parra, eres capaz de adivinar las respuestas y los comentarios de los ciudadanos X, Y, Z, o B, C, D, etc., en base al perfil ideológico de sus ilustrísimas, por ventura, sobradamente conocido.

Soy lelo, te dices, pero si te cambias de frecuencia en el dial va a ser para esuchar las mismas canciones que pusieron ayer.

En el capítulo 88 de “El perro que hizo pipí en la torre” sucedían cosas mucho más interesantes y aplicables a la realidad, con aventuras tales como las del pequeño Nicolás (no confundir con el delincuente), versión original francesa. Aquello sí que era un programa de radio.

Llega uno a la conclusión de que, en términos ciclistas, está sufriendo una terrible pájara y esto no es malo. Al contrario, después de padecerla tu mente se despeja y renace el espíritu de rebeldía. Por hastío, se llega a retirar la antena y coger un buen libro entre tus manos, a ser posible que no sea una enciclopedia.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.