Felicidades, ministra de Fomento

Esta crisis va para largo. Me preparo para ver crecer las canas en mi pelo en una coyuntura de preocupación constante, por la economía y el futuro laboral de la gente que quiero. Así, pensaba que mientras mi pelo vaya blanqueando y mi indignación creciendo, ya nunca sería capaz de felicitar a una ministra española por alguna decisión que tomara. Pero no me moriré sin haberlo hecho, porque, sinceramente, quiero dar las gracias a Ana Pastor por haber coincidido con mi análisis y haber tomado una decisión política acertada al respecto: el Tren de Alta Velocidad es Euskadi no es prioritario.

En consecuencia, el presupuesto para las obras de la Y vasca se reduce de 314 a 190 millones de euros para el año que viene, y el gobierno ha anunciado que no costeará el soterramiento de las vías del tren en las capitales vascas. O sea, ese dinero se lo llevan a otra parte. Quizás lo empleen en salvar entidades financieras o sufragar la compra de más material para el Ejército. Pero algo parece claro: el TAV no es prioritario. Si ahora no lo es, ¿fue prioritario algún día? Me queda esa duda.

Esta decisión es una victoria parcial, muy parcial, de los opositores al TAV: es una obra pública sin beneficio social real para la ciudadanía, que alimenta las empresas constructoras desde el 2006 (y las alimentará hasta el 2018 o más allá) y que no considera el impacto medioambiental de la infraestructura. Además, engorda la hipocresía política desde finales de los noventa, con el crédito electoral que desgraciadamente ha otorgado a muchos dirigentes la política del ladrillo y la macroinfraestructura, y sin embargo, habiéndoles permitido ser remisos a la hora de meterle el pico y la pala a otros problemas. Por ejemplo, en época de bonanza (desde 1996 hasta el 2008), cuando se gestó y se comenzó el proyecto del TAV, el número de personas pobres en la CAV se incrementó en un 4,1%. Por lo contrario, se redujo la parte que cotizan las rentas más altas a las arcas públicas.

Pero sería demasiado descarado decir que el TAV es un tren para pudientes pagado a costa de los pobres. O que en el 2018, el 2020 o el 2022 tendremos un tren ultrasónico, pero vista la tendencia, cada vez habrá más pobres en nuestras calles. O que el secreto a voces es que en las obras trabajaban extranjeros a quienes no se les aplica el convenio de la construcción de cada territorio, aunque sea una obra pública y en campaña todos digan que fomentan el empleo público de calidad. Sería descarado pedir al Gobierno Vasco que recuerde a los 6 trabajadores muertos y ponga medios reales para evitar la precariedad laboral en el TAV. Decir todo eso sería demasiado descarado por mi parte.

Ha amanecido un día en el que alguien ha visto claro el coste del TAV y no tan claro el beneficio social real del mismo. Ojalá Ana Pastor o quién sea decida mejorar las conexiones del transporte público desde Durangaldea, hasta Gasteiz, Donostia o Arrasate, nos ponga unos medios cómodos, asequibles de precio y poco contaminantes para que viajemos todos dignamente.

Julen Orbegozo kazetaria da