El rojo paso a paso va creciendo

Parece ser que las bicicletas son para
septiembre. Felizmente, ésta es la impresión que
tengo. Quizás resulte debido a la conjunción de
algunos planetas: el mejor tiempo de todo el
verano, si es que este bochorno puede
considerarse como tal, la avalancha de
durangueses a su regreso de las vacaciones y el
estrépito de los ???enanos??? camino de los centros
escolares de nuevo. Estamos hechos unos
satélites, afortunadamente.

Si a eso
añadimos que por la tarde, las horas de luz
permiten aún la actividad al aire libre, tendremos
que dar por bueno el dato del aumento en un 9%
los desplazamientos urbanos en bicicleta.

No estoy totalmente seguro de que
hayamos trabajado lo suficiente quienes nos
movemos en estos ámbitos, aunque lo cierto es
que hemos ido sumando voluntades e implicando
a los clubes ciclistas de la comarca, a Stop
Accidentes, a los técnicos de los ayuntamientos, a
los tenderos (como a mí me gusta llamarlos) y a
los propios padres y madres que son la pieza
fundamental de que las estadísticas continúen
resultando favorables año tras año.

Existen razones de peso para que continuemos
insistiendo: reducción de accidentes, disminución
de la contaminación, fomento del ejercicio físico y
recuperación de las relaciones con nuestro
entorno. Tenemos que pensar en adaptar la
ciudad a sus habitantes y no al revés, aunque
afirmando cuanto escribo más de uno piense que
yo no vivo en Durango, una villa hoy en día
habitable y que como el resto, ha ido recuperando
espacios. A la expansión de nuestras metrópolis
hay que plantearle soluciones con un
imprescindible pero mínimo recurso para los
coches y uno máximo para viandantes y
bicicletas.

Me sucedió en ???el pueblo???
zamorano de Ziortza y no me sorprendió.
Llegamos un atardecer en coche desde Euskadi y
tuvimos que dar un rodeo para llegar a la puerta
de su casa porque en medio de la calle, los
lugareños estaban echando la partida de cartas
habitual a la hora acostumbrada.

No
es tan lejano el día en que los propios niños
podían jugar en la calle, no en el parque ni en el
jardín de infancia. Todo eso acabó con la llegada
del automóvil que invadió los rincones de
nuestras poblaciones y acabó con nuestras más
sanas costumbres como sentarse al sol ante la
puerta de casa en las frías mañanas de invierno,
o sacar una mesa y cuatro sillas con el tapete, la
baraja y las chapas, para echar la partida de
cartas por las tardes. ¿Por qué no volver a ésto?
Recuperar ciertos hábitos tradicionales no está
reñido con el progreso. Se mejorarían de nuevo
nuestras relaciones humanas, la calidad ambiental
y el propio bienestar.

Es deseable
por tanto, que a partir de ahora, la gente de a pie
comience a pensar que los ciclistas urbanos no
rompemos las reglas por capricho sino porque los
pueblos y las ciudades no están ideadas para
nosotros.

Así pues, recibimos con
agrado la noticia de que la red de bidegorris
alarga sus tentáculos y pronto llegará hasta
Aramotz Auzunea. A seguir creciendo.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.