El grito

Ni tan siquiera el genial y
controvertido arquitecto Santiago
Calatrava hubiera podido comprar
???El Grito??? de Munch
con los honorarios que,
según se han hecho
públicos, cobró de la
Generalitat Valenciana por su
intervención en la
construcción de ???La
Ciudad de las Artes??? de
Valencia.

Y eso que supongo que la
friolera de 94 millones de euros,
en manos de un particular, deben
dar para mucho. Pero no lo
suficiente para pujar hasta los 120
millones de euros por los que se
ha adjudicado a un
anónimo afortunado, una
de las versiones de este icono de
la pintura.

Claro que, si tenemos en
cuenta este nivel de emolumentos,
seguro que con la minuta
devengada por algunas de sus
obras más
emblemáticas, como
puedan ser la BCE Place Galleria de
Toronto, el edificio conocido como
???Turning Torso??? de
Malmö (Suecia), o con lo que
haya de percibir por el
diseño y ejecución en
curso del intercambiador de
transportes radicante en la
???Zona Cero??? de New
York, y, en general, lo
prolífico de su obra, seguro
que le llegaría, y le
sobraría, para hacerse con
la obra de arte que quisiera.

O tal vez me equivoque,
porque, según parece,
ahora toca, al menos
teóricamente, contener el
gasto y no despilfarrar, así
que, quién sabe si no es
oro todo lo que reluce, y hasta los
grandes artistas se las ven y
desean para mantener su
cotización en el mercado.
Pero no, no debe ser así,
cuando en la última y
más sonada subasta de
Sotheby´s ha saltado por los
aires el histórico record de
precio pagado por una obra de
arte.

A lo mejor, y quien no se
consuela es porque no quiere, es
que todo el mundo se ha hecho
eco de que hasta la propia Angela
Merkel comienza a pensar que hay
que activar un poco la
economía para salvarla de
la vorágine del
requeterecorte.

Y quién sabe si no se
ha empezado por el mercado del
arte, y resulta que la venta de este
???Grito??? se convierte,
junto con el mantenimiento del
precio del dinero acordado por el
Banco Central Europeo, en el
pistoletazo de salida para que se
ponga en circulación ese
numerario que, si es que no esta
todo él colocado en deuda
soberana, parece haberse
volatizado por arte de birlibirloque.

Comentarios jocosos al
margen, toparme con noticias de
este cuño, me hacen
cuestionarme si estoy
soñando, si provienen de
este mundo, o si se refieren a un
mundo paralelo al que sólo
tienen acceso, a través de
un recóndito portal, un
puñado de privilegiados que
no deben saber lo que significa
dudar de si llegarán a fin
de mes con lo que cobran por su
trabajo, o con la prestación
que perciben, porque ni siquiera
pueden trabajar, lo cual es,
todavía, mucho peor, y
produce ganas de llorar y deseos
de gritar.

Eso sí que es angustia
vital.

Jon Andoni Bengoetxea es abogado y presidente de la Cultural de Durango