Construir o rehabilitar lo construido

Con sus setenta años a la espalda, la señora Equis vive sola en un sexto piso sin ascensor. Y como ella, con edades, achaques y soledades parecidas, malviven cientos y miles de vizcaínos.

¡Normal! Hoy ya no se hacen viviendas de cuatro alturas sin ascensor, pero en el siglo pasado, años 80 o 70, lo del ascensor era como un lujo, y las señoras con achaques de hoy eran jóvenes y lozanas, y no digamos sus galanes…

Y en esas andamos, barrios enteros pensados para obreros en las afueras, casas con cientos de años que sobreviven en los cascos viejos de las ciudades, consumen las soledades de los últimos años de personas que no se atreven a salir a la calle.

Existen subvenciones, al parecer. De la Unión europea, del Gobierno de Madrid, del de Vitoria, de los ayuntamientos. Estos días el de Berriz ha asignado 45.000 euros para ayudar a las personas que lo deseen.

A pesar de tantas facilidades que se cuentan y prometen, el personal no se decide, nuestros aitites se resignan a su soledad, o se sienten incapaces de moverse entre papeleos y oficinas para solicitar las ayudas que “dicen” que existen.

Cabría, quizá, que los ayuntamientos tomasen el tema entre manos y facilitasen el papeleo a sus vecinos. Cabría que los vecinos se uniesen en asociaciones o cooperativas para ofertar a las empresas constructoras un lote de ascensores para todo un barrio o colectividad, y que el volumen de la oferta resultase interesante a los constructores y económico para los interesados.

Pero faltan iniciativas de este signo solidario… Y en este tema de la accesibilidad como en el de mejora de las viviendas antiguas, el personal no se mueve. Dicen que Bilbao tiene más de 5000 viviendas vacías, a las que cuales habría que sumar otras 3000 infrautilizadas. Tenemos un stok de viviendas inutilizado, y al mismo tiempos faltan viviendas. Se piensa quizá en penalizar con impuestos altos a los propietarios de esas viviendas que no las pongan en el mercado, pero quizá sería más razonable y eficaz rehabilitarlas, dotarlas de ascensores, modernizarlas en una palabra.

Al parecer, resulta más entretenido enredarse en lamentos, desahucios, campañas de ayuda a los que viven en la calle y pasan frío durmiendo bajo los puentes o entre cartones, que sacar esos miles de viviendas al mercado a precios asequibles.

Honorio Cadarso es periodista