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Santos Arriandi

Aparcando a
Mr. Scrooge

Con la Navidad acechando a la vuelta de la esquina siento la tentación de convertirme en un moderno Ebenezer Scrooge.

No se confundan. No soy, ni de lejos, un adicto al trabajo, ni creo ser egoista, avaro o misántropo como lo era el viejo Scrooge. Tampoco creo que tenga especiales problemas para empatizar con el resto de las personas. Y si algo me molesta, en particular, son las actitudes despóticas como aquellas con las que Ebenezer humillaba a su empleado Bob.

En definitiva, no es que sienta, como el célebre personaje de Dickens, un neurótico odio hacia la Navidad. Pero he de reconocer, abiertamente, que estas fiestas no me gustan demasiado. Tal vez porque parece que pesa sobre todos nosotros una especie de obligación social que demanda la necesidad de ser feliz, por decreto, durante quince días, y pase lo que pase. Y la imposición termina por hartar.

Pero este año es como si se me hubieran presentado, de golpe, todos los Fantasmas de la Navidad, ya que tengo el firme propósito de disfrutarla, a pesar de los pesares. Como en ???Cuento de Navidad???, donde las familias, incluso las más humildes y necesitadas, y aun las sumidas en la miseria y en la enfermedad, participan de una felicidad, perecedera, pero felicidad al fin y al cabo.

Puede estar bien abstraerse, durante unos días, de todo lo malo y negativo y centrarse en compartir alegrías con familia y amigos. En emocionarse con la inocente ilusión de los pequeños ante la inminente llegada de Olentzero, o en deleitar el paladar con los sabrosos platos que se cuecen en los fogones de las cocinas y que llegarían a dejar ahíto al mismísimo Pantagruel, en tomar una copa entre una turbamulta de personas rebosantes de deseos de ventura y buenos propósitos, y en colmar de regalos a los que más queremos.

Más tarde llegará la cuesta de Enero. Seguro. Un nuevo año, posiblemente crítico, como este, en el que el desempleo y la recesión seguirán siendo nuestros mortales enemigos. Pero ya la capearemos como podamos. Cuando llegue el momento. Pasado mañana.

De momento hagamos un paréntesis, y vivamos este corto bucle en el que los pensamientos adversos no habrán de tener cabida. Al fin y al cabo estamos, como Mr. Scrooge, a tiempo de cambiar nuestro inmediato destino. Si alguien como él fue capaz de convertirse en un modelo de generosidad y amabilidad, por mor del milagro navideño, quién sabe si esta Navidad deviene de veras mágica y nos endulza el año nuevo más allá de su primera semana.

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